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Allá abajo (Crónicas Femeninas)

“Allá abajo (crónicas de adoctrinamiento femenino)” es una novela propuesta como una conversación entre amigas donde sus protagonistas irán exponiendo sus fantasmas, placeres y desplaceres que condicionan su vida íntima. A través de los capítulos se verán enfrentadas a situaciones que le harán replantearse su posición frente a su sexualidad y al conocimiento de su órgano genital. Todo parte de un hecho casi casual: Mónica, la protagonista, ante una propuesta de su pareja, se pregunta si debe depilarse por completo aquello que su madre llamaba sus “partes íntimas”. Es el puntapié inicial de esta deliciosa novela donde se exponen las charlas de un grupo de mujeres que, como muchas de su generación, recibieron como herencia mandatos sociales entre los que se incluye la ignorancia respecto a su anatomía genital, y la idea que tenían de estar conformes cumpliendo su rol, en un segundo plano. Cada una de las mujeres de esta historia transitará un camino hacia el autoconocimiento sexual y la libertad en el terreno del placer erótico, alejándose de prejuicios, y posicionándose en el centro de la escena. Conflictos, “rollos” e inhibiciones, creados en un marco educativo y social dominado por tabúes, y aquellas libertades que ha conquistado el antes llamado “sexo débil”; se desarrollan y exponen a través del relato de las protagonistas. De manera clara y contundente, por medio de experiencias propias y ajenas, intentarán modificar su presente desnudando su pasado.

“Allá abajo (crónicas de adoctrinamiento femenino)” es una novela propuesta como una conversación entre amigas donde sus protagonistas irán exponiendo sus fantasmas, placeres y desplaceres que condicionan su vida íntima. A través de los capítulos se verán enfrentadas a situaciones que le harán replantearse su posición frente a su sexualidad y al conocimiento de su órgano genital. Todo parte de un hecho casi casual: Mónica, la protagonista, ante una propuesta de su pareja, se pregunta si debe depilarse por completo aquello que su madre llamaba sus “partes íntimas”. Es el puntapié inicial de esta deliciosa novela donde se exponen las charlas de un grupo de mujeres que, como muchas de su generación, recibieron como herencia mandatos sociales entre los que se incluye la ignorancia respecto a su anatomía genital, y la idea que tenían de estar conformes cumpliendo su rol, en un segundo plano. Cada una de las mujeres de esta historia transitará un camino hacia el autoconocimiento sexual y la libertad en el terreno del placer erótico, alejándose de prejuicios, y posicionándose en el centro de la escena. Conflictos, “rollos” e inhibiciones, creados en un marco educativo y social dominado por tabúes, y aquellas libertades que ha conquistado el antes llamado “sexo débil”; se desarrollan y exponen a través del relato de las protagonistas. De manera clara y contundente, por medio de experiencias propias y ajenas, intentarán modificar su presente desnudando su pasado.

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de la jalea, levantó mi teta derecha untando la porción de piel entre mi pecho<br />

y ésta y repitió el procedimiento con la izquierda. Al comenzar con esta liturgia<br />

se ausentó, fue algo así como que yo hubiese pasado a ser la fuente donde se<br />

serviría el banquete.<br />

Su lengua, muy lentamente, fue absorbiendo el néctar que alimentaba<br />

su libido, primero una teta luego la otra, nuevamente el frasco y entonces le tocó<br />

el turno a mis pezones. Debo reconocer que el juego en un punto me gustaba,<br />

no obstante lo previo a esto había sido mejor. Lo de la jalea y las tetas había<br />

logrado una excitación en él tan grande que perdió el ritmo anterior donde todo<br />

era pausado. Bajó mis calzones, se quitó los suyos, buscó un condón en sus Levi’s<br />

gastados y me pidió que se lo colocara. Su verga estaba dura y firme, por lo que<br />

me resultó sencillo deslizar el látex. Se colocó entre mis piernas tomando cada<br />

uno de mis pies y flexionando mis rodillas contra mi pecho. Yo estaba expuesta<br />

y también dispuesta; me penetró comenzando a jadear casi inmediatamente,<br />

no más allá de un par de minutos después había acabado: él, por supuesto, yo<br />

aún estaba a la espera de aquello que resultó ser sólo una ilusión que me había<br />

hecho. Salió de mí, me miró a los ojos y me besó con tanta ternura que suplió<br />

lo que faltaba... Se quitó el condón donde pude ver que había una cantidad de<br />

leche considerable, le hizo un nudo y lo arrojó al piso. Tomó nuevamente el pote<br />

con el dulce, sacando una porción más, y ungió mi entrepierna. Luego acercó su<br />

boca y estirando su lengua comenzó a recorrer todos los pliegues de ésta hasta<br />

que de la jalea no quedó vestigio alguno. Claro, le faltaba el postre.<br />

Se me hacía difícil clasificar lo vivido en ese momento. La ternura pre<br />

coito y los arrumacos post eyaculación jamás me los había dispensado nadie.<br />

Analizaba la situación y más aumentaba mi desconcierto. Entre el primer beso<br />

hasta el rollo de la jalea había transcurrido no sé cuánto tiempo, pero fue mucho,<br />

donde de haber tenido un cascabel, como la serpiente, se hubiese enterado todo<br />

el barrio de la calentura que yo tenía.<br />

Mimos, caricias, toqueteos, sonrisas y más sonrisas durante todo ese<br />

tiempo y en tan solo un instante se había desbarrancado; el muy cabrón se<br />

olvidó de mí. No obstante tenía algo casi angelical que, por momentos, me hizo<br />

creer que había tenido un orgasmo.<br />

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