Allá abajo (Crónicas Femeninas)

De antemano había acordado con mi ex que el día de mi regreso llamaría
por teléfono cuando ya estuviese en el aeropuerto, confirmando que estaba todo
bien y lista a viajar. A pesar de que restaba bastante tiempo para la partida del
avión, le pedí a Franco si podía llevarme al aeropuerto. Él me miró sorprendido,
pero sin manifestar ninguna objeción. Despedirme no fue sencillo, por un lado
me encontraba en un marco familiar ideal, donde me daban cabida, pero la
imagen de mi hijo estaba por encima de todo eso, en definitiva él y yo también
hacíamos una familia completa.
Al llegar al hall del aeropuerto me detuve a mitad de camino.
—Franco, estas últimas horas en Roma me gustaría pasarlas a solas, por
favor no te enojes.
A esto él respondió con un abrazo que parecía no querer terminar nunca.
Contra su pecho sentí su respiración entrecortada indicando un sollozo;
acercándose a mi oído me susurró un “jamás te olvidaré“.
Durante las primeras seis horas de vuelo estuve inquieta y molesta. Mis
pensamientos eran erráticos, no sabía si escuchar música o leer y la incomodidad
de los asientos no ayudaba en absoluto. La ansiedad por estar junto a mi
hijo me consumía. Luego no solo logré conciliar el sueño sino que me dormí
profundamente, hasta que las luces de la cabina se encendieron y la voz del
capitán anunció lo que restaba de viaje. Al servirnos el desayuno y tras el primer
café se presentó claro, muy claro, lo que mi inconsciente había elaborado.
—Turismo receptivo Dopo il fiume, ¡Ja!, eso es.
—Disculpe, no escuché bien… ¿me dijo algo? —preguntó la mujer a mi
lado.
—No, nada, disculpe. Un pensamiento vino a mí y lo expresé en voz alta.
—Suele suceder —dijo ella, sonriéndome.
Mi amiga, y socia, estaba en el hall de arribos esperándome, me sonrió
y nos abrazamos.
—Tu marido me pidió que viniera a buscarte.
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