Allá abajo (Crónicas Femeninas)

y que en ella había observado que su cumpleaños sería el mes próximo, al igual
que el de él; por lo tanto infería que la empatía que él sentía por ella quizá se
debía a eso.
—Cosas de los astros —aventuró. Seguidamente le contó acerca de un
material de estudio que había recopilado durante años y que pensaba volcar en
su próximo libro. Lo bueno era que había logrado ensamblar todo en un VHS.
—¡Imperdible! Pero no puedo arriesgarme a traerlo a la facultad.
Cantos de sirenas a los que ella no pudo desoír.
—Y en casa la refrigeración siempre funciona —agregó el profesor.
No fue necesario mucho tiempo para que la conducta de ella tuviera
un giro de ciento ochenta grados. Al principio nadie lo notó. Por mi parte,
te cuento que yo estaba viviendo la felicidad de mi reciente casamiento y el
avanzado estado de gravidez. Por otro lado, José María seguía embelesado con
su noviazgo como si fuese el primer día, y una persistente neumonía lo llevaba a
un sinfín de consulta médicas. Hacia mitad de año recibí una llamada telefónica
de este pidiéndome si podía charlar con Andrea y tratar de averiguar qué estaba
sucediendo.
—Nuestra amiga no está bien… estoy seguro de eso.
—En realidad no me di cuenta de lo que me decís. Mi hijo prácticamente
no me deja dormir, estoy desconectada del mundo.
—Tenemos que hacer algo Mónica. A mí me dan el alta recién el lunes,
fijáte si para entonces ya pudiste hacer algo.
—De acuerdo… ¿Cómo van tus pulmones?
—Estoy jodido, después te cuento los detalles.
Andrea se había vuelto esquiva, no sólo a las preguntas que podía hacerle
telefónicamente, sino que también evitaba que nos encontrásemos, por lo tanto
no obtuve de ella más que respuestas evasivas.
—Andrea, estoy pidiéndote que seas la madrina de mi hijo… ¡Cómo te
vas a negar!
—Disculpáme amiga, no soy la persona indicada.
80