Allá abajo (Crónicas Femeninas)

italianos; como respuesta obtuve un abrazo de ella como si hubiese comprendido
mi conversación. Estaba dándome todo su apoyo. Así somos las mujeres.
—Buonanotte —susurré, y ambos sonrieron.
El descanso nocturno no fue tal, estuve inquieta y creo haberme
despertado unas cuantas veces. Si bien no conservaba imagen de lo soñado,
imaginaba de qué se trataba.
En efecto; los hijos son lo primero, siempre. Como decía mi madre: hasta
la tumba.
Al día siguiente lo que me despertó fue la migraña que estaba haciendo
estragos en mi cabeza. Sentía los ojos pesados y cero de voluntad para levantarme.
El reloj marcaba las nueve y diez; restaban veinte minutos para encontrarme con
Franco en el lugar acordado.
Al salir de la cama mi pie izquierdo pisó el condón usado que estaba
aún en el piso, lo recogí y me dirigí al baño, el cartel pegado en la pared de
este pedía por favor que tirase papeles y elementos de higiene femenina en el
cesto ubicado al costado del inodoro. Sobre semen guardado en látex no decía
nada. Hice caso omiso. El espejo sobre el lavamanos me devolvió una imagen
terrible, sobre todo las ojeras que delataban la mala noche que había pasado.
Sin corrector a mano solo me restaba ocultar todo con anteojos de sol. Así lo
hice.
—Buongiorno, Mónica.
—Hola. —No logré articular ninguna palabra amable.
—Hey, la mia principessa… ¿sucede algo?
—No dormí bien, eso es todo.
—¿Puedo hacer algo por ti? —dijo él amablemente.
—No, ya se me va a pasar. Gracias.
No era la mejor forma de comenzar un día en Roma, sobre todo con
una persona gentil y dispuesta como Franco, pero se me hacía imposible dejar
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