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Allá abajo (Crónicas Femeninas)

“Allá abajo (crónicas de adoctrinamiento femenino)” es una novela propuesta como una conversación entre amigas donde sus protagonistas irán exponiendo sus fantasmas, placeres y desplaceres que condicionan su vida íntima. A través de los capítulos se verán enfrentadas a situaciones que le harán replantearse su posición frente a su sexualidad y al conocimiento de su órgano genital. Todo parte de un hecho casi casual: Mónica, la protagonista, ante una propuesta de su pareja, se pregunta si debe depilarse por completo aquello que su madre llamaba sus “partes íntimas”. Es el puntapié inicial de esta deliciosa novela donde se exponen las charlas de un grupo de mujeres que, como muchas de su generación, recibieron como herencia mandatos sociales entre los que se incluye la ignorancia respecto a su anatomía genital, y la idea que tenían de estar conformes cumpliendo su rol, en un segundo plano. Cada una de las mujeres de esta historia transitará un camino hacia el autoconocimiento sexual y la libertad en el terreno del placer erótico, alejándose de prejuicios, y posicionándose en el centro de la escena. Conflictos, “rollos” e inhibiciones, creados en un marco educativo y social dominado por tabúes, y aquellas libertades que ha conquistado el antes llamado “sexo débil”; se desarrollan y exponen a través del relato de las protagonistas. De manera clara y contundente, por medio de experiencias propias y ajenas, intentarán modificar su presente desnudando su pasado.

“Allá abajo (crónicas de adoctrinamiento femenino)” es una novela propuesta como una conversación entre amigas donde sus protagonistas irán exponiendo sus fantasmas, placeres y desplaceres que condicionan su vida íntima. A través de los capítulos se verán enfrentadas a situaciones que le harán replantearse su posición frente a su sexualidad y al conocimiento de su órgano genital. Todo parte de un hecho casi casual: Mónica, la protagonista, ante una propuesta de su pareja, se pregunta si debe depilarse por completo aquello que su madre llamaba sus “partes íntimas”. Es el puntapié inicial de esta deliciosa novela donde se exponen las charlas de un grupo de mujeres que, como muchas de su generación, recibieron como herencia mandatos sociales entre los que se incluye la ignorancia respecto a su anatomía genital, y la idea que tenían de estar conformes cumpliendo su rol, en un segundo plano. Cada una de las mujeres de esta historia transitará un camino hacia el autoconocimiento sexual y la libertad en el terreno del placer erótico, alejándose de prejuicios, y posicionándose en el centro de la escena. Conflictos, “rollos” e inhibiciones, creados en un marco educativo y social dominado por tabúes, y aquellas libertades que ha conquistado el antes llamado “sexo débil”; se desarrollan y exponen a través del relato de las protagonistas. De manera clara y contundente, por medio de experiencias propias y ajenas, intentarán modificar su presente desnudando su pasado.

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comprender bien para qué te habilita, pero no cabe duda de que genera una<br />

renta importante. Cuando los conocí más, a Alejandra y a él, varias veces pensé<br />

qué fácil que es ser feliz si tenés la vida asegurada, pero no le dije nada a Andrea<br />

por miedo a que pensara que soy capaz de envidiar a Alejandra por cómo ella<br />

vive. Te digo: yo no envidio esas cosas. Además, después comprobé algo que<br />

ya sabía: que la plata no te hace completamente feliz y que igual estás sujeta a<br />

tener… Bueno, dejemos la cosa allí.<br />

Estacioné mi vehículo unos diez minutos antes del horario pactado,<br />

mientras empezaba a caer una llovizna inesperada. En el parking privado había<br />

dos autos, eran los de la casa. Las otras chicas todavía no habían llegado. Como<br />

no quería entrar antes de hora —acordáte de que Alejandra, por entonces, era<br />

más amiga de Andrea que mía—, aproveché para llamar por teléfono a mi mejor<br />

amiga. No es que yo sea tímida, ¿viste?, pero seguro que a vos también te pasó<br />

alguna vez algo parecido.<br />

Andrea me dijo que estaba en camino. Esperé unos minutos más,<br />

mientras enviaba un mensaje de texto a mi hijo. Por supuesto, él no me lo<br />

contestó. Luego me dirigí a la puerta de entrada.<br />

—¿Quién es? —resonó la voz en el intercomunicador.<br />

—Hola, soy Mónica.<br />

—Un minuto, ya le abro, señora Mónica.<br />

No fue la mucama, sino Alejandra quien vino a mi encuentro.<br />

—¡Hola Mónica!... como siempre, la primera en llegar.<br />

—Son manías. Siempre debo llegar a horario y se agrava con el paso de<br />

los años.<br />

—Que pasen los años no significa que nos pongamos viejas. Estás<br />

bárbara.<br />

—Mira quién lo dice, te observo y envejezco diez años automáticamente.<br />

—Dejáte de embromar, no es así el tema —contestó ella.<br />

Al trasponer la puerta de entrada me recibieron sus dos gatos, un<br />

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