Cordero de Dios. La sustitución como mecanismo de Dios. El fin de los sacrificios
Análisis de la sustitución como mecanismo que ha realizado Dios, a través de la historia casi reciente de la humanidad, para lograr reencauzarla llevándola al camino del amor al prójimo, alejándola de falsas espiritualidades y errores en las concepciones de la divinidad. Reemplazos necesarios para sustituir lo errado, lo malo, lo peligroso -de supuestas espiritualidades-, por lo bueno, lo sano, lo edificante, lo amoroso. Sustituyendo, reemplazando, el odio por el amor, y la muerte por la vida.
Análisis de la sustitución como mecanismo que ha realizado Dios, a través de la historia casi reciente de la humanidad, para lograr reencauzarla llevándola al camino del amor al prójimo, alejándola de falsas espiritualidades y errores en las concepciones de la divinidad. Reemplazos necesarios para sustituir lo errado, lo malo, lo peligroso -de supuestas espiritualidades-, por lo bueno, lo sano, lo edificante, lo amoroso. Sustituyendo, reemplazando, el odio por el amor, y la muerte por la vida.
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
146
el día de la Preparación de la Pascua, hacia
la hora sexta. Dice Pilato a los judíos:
«Aquí tenéis a vuestro Rey.» Ellos gritaron:
«¡Fuera, fuera! ¡Crucifícale!» Les dice
Pilato: «¿A vuestro Rey voy a crucificar?»
Replicaron los sumos sacerdotes: «No tenemos
más rey que el César.» Entonces
se lo entregó para que fuera crucificado.”
Juan, 19
Mateo nos cuenta:
“Díceles Pilato: «Y ¿qué voy a hacer
con Jesús, el llamado Cristo?» Y todos a
una: «¡Sea crucificado!» - «Pero ¿qué mal
ha hecho?», preguntó Pilato. Mas ellos
seguían gritando con más fuerza: «¡Sea
crucificado!» Entonces Pilato, viendo que
nada adelantaba, sino que más bien se
promovía tumulto, tomó agua y se lavó
las manos delante de la gente diciendo:
«Inocente soy de la sangre de este justo.
Vosotros veréis.» Y todo el pueblo respondió:
«¡Su sangre sobre nosotros y sobre
nuestros hijos!»” Mateo, 27