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Pero no será por mucho tiempo más. ¡Mi rabia no va a tardar en<br />
estallar.<br />
Basta ya. Te he fastidiado bastante con mis disputas. Sin<br />
embargo, hubo una conversación muy interesante en la mesa, y<br />
tengo ganas <strong>de</strong> contárt<strong>el</strong>a. Hablábamos <strong>de</strong> la mo<strong>de</strong>stia extrema<br />
<strong>de</strong> Pim (éste es <strong>el</strong> apodo <strong>de</strong> papá). Las personas menos perspicaces<br />
su<strong>el</strong>en advertir tal hecho. De pronto, la señora Van Daan exclama:<br />
-Yo también soy mo<strong>de</strong>sta, y mucho más que mi marido.<br />
¡Qué <strong>de</strong>scaro! ¡Sólo con <strong>de</strong>cirlo <strong>de</strong>muestra su falta <strong>de</strong><br />
mo<strong>de</strong>stia! El señor Van Daan, que juzgó necesario aclarar la<br />
referencia a su persona, contestó, muy tranquilo:<br />
-Yo no me empeño en ser mo<strong>de</strong>sto. Sé por experiencia que<br />
las personas mo<strong>de</strong>stas no van muy lejos en la vida.<br />
Y, volviéndose hacia mí:<br />
-Nunca seas mo<strong>de</strong>sta, <strong>Ana</strong>. ¡Así no llegarás lejos en la vida!<br />
Mamá aprobó este punto <strong>de</strong> vista. Pero la señora Van Daan<br />
tenía, naturalmente, que <strong>de</strong>cir su palabra sobre un tema tan<br />
interesante como la educación. Esta vez, se dirigió, no<br />
directamente a mí, sino a mis padres:<br />
-Uste<strong>de</strong>s tienen un concepto singular <strong>de</strong> la vida, al <strong>de</strong>cirle a<br />
<strong>Ana</strong> una cosa semejante. En mi juventud... Pero, ¡ah, qué diferencia!<br />
Y estoy segura <strong>de</strong> que, en nuestros días, esa diferencia existe<br />
todavía, salvo en las familias mo<strong>de</strong>rnas como la <strong>de</strong> uste<strong>de</strong>s.<br />
Este fue un ataque abierto a la forma en que mamá cría a sus<br />
hijas.<br />
La señora Van Daan se había puesto roja <strong>de</strong> emoción; mamá,<br />
en cambio, permanecía impasible. La persona que enrojece es<br />
arrastrada progresivamente por sus emociones y corre <strong>el</strong> riesgo<br />
<strong>de</strong> per<strong>de</strong>r más pronto la partida. Mamá, con las mejillas pálidas,<br />
quiso zanjar esta cuestión lo más rápidamente posible, y apenas si<br />
reflexionó antes <strong>de</strong> respon<strong>de</strong>r:<br />
-Señora Van Daan, yo opino, efectivamente, que es preferible<br />
ser un poco menos mo<strong>de</strong>sto en la vida. Mi marido, Margot y<br />
Peter, los tres son <strong>de</strong>masiado mo<strong>de</strong>stos. Su marido, <strong>Ana</strong>, usted y<br />
© Pehuén Editores, 2001.<br />
)22(<br />
EL DIARIO DE ANA FRANK<br />
yo no somos lo que se pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>cir mo<strong>de</strong>stos, pero no nos <strong>de</strong>jamos<br />
atrop<strong>el</strong>lar.<br />
Entonces exclamó la señora Van Daan:<br />
-Querida señora, no la comprendo. Yo soy verda<strong>de</strong>ramente<br />
la mo<strong>de</strong>stia personificada. ¿Qué es lo que hace a usted dudarlo?<br />
-Nada en especial -respondió mamá, ¡pero nadie diría que<br />
usted brilla por su mo<strong>de</strong>stia!<br />
A lo que replicó la señora Van Daan:<br />
- ¡Me gustaría saber en qué carezco yo <strong>de</strong> mo<strong>de</strong>stia! Si no me<br />
ocupase <strong>de</strong> mi misma, nadie aquí lo haría, y se me <strong>de</strong>jaría morir<br />
<strong>de</strong> hambre.<br />
Esta absurda observación hizo reír a mamá, lo que irritó más<br />
aún a la señora Van Daan que continuó su perorata sazonada <strong>de</strong><br />
palabras interminables, en un magnífico alemán-holandés y<br />
holandés-alemán, hasta que perdida en sus propias palabras,<br />
resolvió abandonar la habitación. Al levantarse, se volvió para<br />
<strong>de</strong>jar caer su mirada sobre mí. ¡Era como para verlo! En ese<br />
momento yo tuve la <strong>de</strong>sgracia <strong>de</strong> menear la cabeza, casi<br />
inconscientemente, con una expresión <strong>de</strong> lástima mezclada sin<br />
duda <strong>de</strong> ironía, a tal punto me sentía fascinada por su oleada <strong>de</strong><br />
palabras. La señora se crispó, se puso a lanzar injurias en alemán,<br />
sirviéndose <strong>de</strong> una jerga sumamente vulgar. ¡Era un lindo<br />
espectáculo! Si hubiera sabido dibujar, la habría pintado en esa<br />
actitud; a tal punto resultaba cómica, <strong>de</strong>masiado cómica, la pobre<br />
y estúpida mujer.<br />
Después <strong>de</strong> esta escena, <strong>de</strong> cualquier modo, estoy segura <strong>de</strong><br />
una cosa: p<strong>el</strong>eándose abiertamente una buena vez es como se<br />
apren<strong>de</strong> a conocerse a fondo. ¡Es entonces cuando en realidad<br />
pue<strong>de</strong> juzgarse un carácter!<br />
Tuya,<br />
ANA