Masonería - J. Boor - Gran Logia Provincial de las Islas Baleares
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presión que <strong>las</strong> naciones iban a <strong>de</strong>sarrollar sobre los car<strong>de</strong>nales. Llegados los purpurados<br />
extranjeros a Roma, se vió claramente que los ganados a la causa <strong>de</strong> la extinción<br />
pretendían que el que hubiera <strong>de</strong> ceñir la triple corona había <strong>de</strong> obligarse con papel<br />
firmado <strong>de</strong> su letra a realizarla prontamente, pretensión que, calificada <strong>de</strong> <strong>de</strong>moníaca y<br />
repugnante, era rechazada por la mayoría <strong>de</strong> <strong>las</strong> conciencias.<br />
No pudo sustraerse el Colegio Apostólico, no obstante su buena voluntad, a <strong>las</strong><br />
presiones enormes que los representantes <strong>de</strong> <strong>las</strong> naciones católicas y algunos <strong>de</strong> sus<br />
purpurados ejercían para que la elección <strong>de</strong> Pontífice recayese en persona <strong>de</strong> su<br />
confianza, <strong>de</strong> que carecía todo aquel que no apareciese como enemigo <strong>de</strong>clarado y<br />
partidario <strong>de</strong> la extinción <strong>de</strong> la Compañía <strong>de</strong> Jesús. Por uno <strong>de</strong> esos azares que en <strong>las</strong><br />
asambleas ocurren, en que la malicia <strong>de</strong> los menos acaba triunfando sobre la buena fe <strong>de</strong><br />
los más, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> muchos escrutinios sin que nadie obtuviese la mayoría necesaria,<br />
cuando ya estaban sin esperanzas <strong>de</strong> que saliese elegido ninguno <strong>de</strong> los candidatos, una<br />
propuesta <strong>de</strong>l arzobispo <strong>de</strong> Sevilla, Solís, aceptada por el car<strong>de</strong>nal Rezzonico, que parecía<br />
dirigir a los enemigos <strong>de</strong> la extinción, para que fuese elegido Pontífice el Car<strong>de</strong>nal,<br />
religioso franciscano, fray Lorenzo Ganganelli, que, aunque nadie se había fijado hasta<br />
entonces en su persona para la dignidad pontificia, aparecía, sin embargo, equidistante <strong>de</strong><br />
los dos sectores en que se hallaba dividido el Cónclave y ofrecía a los <strong>de</strong>fensores <strong>de</strong> la<br />
Compañía la confiante particularidad <strong>de</strong> que siendo catedrático <strong>de</strong>l colegio <strong>de</strong> San<br />
Buenaventura, en Roma, había hecho gran<strong>de</strong>s elogios <strong>de</strong> los jesuitas, alcanzó la<br />
aprobación general; los españoles, que, por su parte, mantenían con él relación estrecha,<br />
le consi<strong>de</strong>raban un fácil servidor <strong>de</strong> su causa, y en esta situación, el 19 <strong>de</strong> mayo <strong>de</strong> 1769<br />
fué elegido Sumo Pontífice con el título <strong>de</strong> Clemente XIV.<br />
Des<strong>de</strong> que el car<strong>de</strong>nal Ganganelli fué ascendido a la Silla <strong>de</strong> San Pedro, cayó sobre<br />
él la enorme influencia y presión <strong>de</strong>l marqués <strong>de</strong> Aubeterre, representante <strong>de</strong> Francia en<br />
Roma, y <strong>de</strong> don José Moñino, nuevo representante <strong>de</strong> Carlos III, encargado por éste <strong>de</strong><br />
arrancar al Papa la promesa formal <strong>de</strong> la extinción, y al que por ello se premió con el<br />
condado <strong>de</strong> Floridablanca. No era fácil la situación <strong>de</strong>l nuevo Pontífice frente a <strong>las</strong><br />
presiones que recibía. Si no complacía a los que se llamaban monarcas católicos, los<br />
embajadores le amenazaban con un nuevo cisma dirigido <strong>de</strong>s<strong>de</strong> <strong>las</strong> alturas; si lo hacía,<br />
aparte <strong>de</strong> la monstruosa injusticia <strong>de</strong> convertirse en brazo ejecutor <strong>de</strong> <strong>las</strong> maquinaciones<br />
sectarias contra los más fieles <strong>de</strong>fensores <strong>de</strong> la fe, abría el camino a los enemigos <strong>de</strong> la<br />
Iglesia para nuevas y más escandalosas pretensiones.<br />
Su Santidad <strong>de</strong>moró cuanto le fué posible la solución <strong>de</strong>l conflicto, excusándose unas<br />
veces con lo grave <strong>de</strong>l negocio, otras con la necesidad <strong>de</strong> oír al clero en un concilio<br />
general, la falta <strong>de</strong> unidad en los monarcas en cuyos Estados existían instituciones regidas<br />
por jesuitas y la necesidad <strong>de</strong> que pasase algún tiempo y no pudiera pensarse que la<br />
extinción <strong>de</strong> la Compañía <strong>de</strong> Jesús constituía un pacto previo a su elección; pero los<br />
monarcas y los masones no se conformaban con la espera, y el representante <strong>de</strong> Carlos<br />
III, don José Moñino, llevó sus exigencias ante el Pontífice hasta la amenaza y el<br />
<strong>de</strong>sacato.<br />
La resistencia <strong>de</strong> Su Santidad en la ejecución <strong>de</strong> lo que se le pedía arrastró a los<br />
reyes coligados a la vía <strong>de</strong> los hechos, e invadieron <strong>las</strong> provincias pontificias <strong>de</strong> Aviñón,<br />
Benevento y Pontecorvo, y ante la amenaza <strong>de</strong> la guerra y <strong>de</strong>l cisma que amenazaba <strong>de</strong><br />
establecer un patriarcado in<strong>de</strong>pendiente en cada nación, el <strong>de</strong>sdichado Pontífice promulgó<br />
el breve “Dominus ac re<strong>de</strong>mtor noster” <strong>de</strong> 21 <strong>de</strong> julio <strong>de</strong> 1773, en que, sin con<strong>de</strong>nar la<br />
doctrina, ni el sistema, ni <strong>las</strong> costumbres <strong>de</strong> los jesuitas, suprime la Compañía,<br />
fundamentándolo en <strong>las</strong> quejas <strong>de</strong> algunos monarcas.<br />
Si el breve causó consternación en el mundo católico, la publicación en Roma produjo<br />
general <strong>de</strong>sagrado, que afligió al Colegio Car<strong>de</strong>nalicio y a todo el episcopado. El virtuoso<br />
arzobispo <strong>de</strong> Paris, Cristóbal <strong>de</strong> Beaumont, tan <strong>de</strong>stacado por su sabiduría y santidad,