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Libro de las Constituciones y Ordenaciones

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46<br />

Art. IV.— LA POBREZA<br />

30.– Emulando a los apóstoles que anunciaban el reino <strong>de</strong><br />

Dios sin oro, ni plata, ni dinero, Santo Domingo y sus frailes, en<br />

vista <strong>de</strong> <strong>las</strong> exigencias <strong>de</strong>l apostolado <strong>de</strong> su tiempo, se propusieron<br />

no tener ni posesiones, ni rentas, ni dinero; y <strong>de</strong>dicados a la<br />

predicación evangélica, mendigaban cada día el pan <strong>de</strong> la comunidad.<br />

Así fue la pobreza apostólica <strong>de</strong> los comienzos <strong>de</strong> la Or<strong>de</strong>n.<br />

Su espíritu, manifestado en formas acomodadas a los diversos<br />

tiempos y lugares, <strong>de</strong>be animarnos también a nosotros.<br />

31.— § I.– Escuchando con atención al Señor, que dice: «Anda,<br />

ven<strong>de</strong> cuanto tienes, dalo a los pobres, y ven y sígueme» 14 , hemos<br />

<strong>de</strong>cidido ser pobres real y espiritualmente, <strong>de</strong> forma que al<br />

intentar arrancar a los hombres <strong>de</strong>l dominio que sobre ellos<br />

ejercen <strong>las</strong> riquezas, y encaminarlos hacia los bienes <strong>de</strong>l cielo,<br />

venzamos también nosotros la codicia mediante nuestra configuración<br />

con Cristo que «se hizo pobre por amor nuestro, para<br />

que nosotros fuésemos ricos con su pobreza» 15 .<br />

§ II.– Ese espíritu <strong>de</strong> pobreza nos apremia a poner nuestro<br />

tesoro en la justicia <strong>de</strong>l reino <strong>de</strong> Dios con una plena confianza<br />

en el Señor. La pobreza nos libera <strong>de</strong> la servidumbre: más aún,<br />

nos aparta <strong>de</strong> la preocupación por <strong>las</strong> cosas <strong>de</strong> este mundo, para<br />

que nos unamos <strong>de</strong> una manera más completa al Señor, nos <strong>de</strong>diquemos<br />

a Él con mayor facilidad y hablemos <strong>de</strong> Él con mayor<br />

entereza. Mientras que respecto a nosotros exige una mo<strong>de</strong>ración<br />

que nos pone en más íntimo contacto con los pobres, a<br />

quienes <strong>de</strong>bemos evangelizar, respecto <strong>de</strong> los frailes y <strong>de</strong>más<br />

prójimos es a la vez liberalidad, ya que, por el reino <strong>de</strong> Dios, y <strong>de</strong><br />

manera especial por <strong>las</strong> necesida<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l estudio y <strong>de</strong>l ministerio<br />

<strong>de</strong> la salvación, empleamos con gusto nuestros recursos «para<br />

que en todas <strong>las</strong> cosas utilizadas por una necesidad transitoria se<br />

<strong>de</strong>staque la caridad, que permanece siempre» 16 .<br />

14 Mt 19,21.<br />

15 2 Cor 8,9.<br />

16 Regla <strong>de</strong> San Agustín, 5.

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