122 Retrato <strong>de</strong> Doña Juana Whitney, Vda. <strong>de</strong> <strong>Maeztu</strong>. Bilbao. (pastel) Retrato <strong>de</strong>l gran hispanista Robert Cunnynghame Graam, Esq. Londres. (dibujo) Retrato <strong>de</strong> Doña Ana <strong>de</strong> la Cortina <strong>de</strong> <strong>Maeztu</strong>. Madrid. (pastel) Retrato <strong>de</strong> D. Benjamín Fernán<strong>de</strong>z y Medina. Madrid. (dibujo)
tiene su ánimo como el aceite la luz <strong>de</strong> la lamparilla. El nuevo ambiente y la vida social empiezan a influir en su Arte, adquiriendo sus últimas producciones una modalidad distinta como medio <strong>de</strong> expresión <strong>de</strong> sus diversas preocupaciones. Después, al atar<strong>de</strong>cer, a la hora <strong>de</strong>l crepúsculo, su camisa impecable se <strong>de</strong>staca en el fondo <strong>de</strong> un taxi, que se mezcla entre la corriente, entre el tráfico enorme <strong>de</strong> vehículos en dirección a la City, a Cavendish Square. En el Club escribe dos cartas, para dos mujeres, en una pone toda su pasión <strong>de</strong> enamorado y en la otra vierte lo mejor <strong>de</strong> la literatura <strong>de</strong> sus veinte años <strong>de</strong> escritor folletinista, mientras Londres va encendiendo sus millones <strong>de</strong> luces y el optimismo <strong>de</strong> <strong>Gustavo</strong> lo inunda todo. ¡Hoy cena con Alejo Sota, en el Royal! Alejo con la sonrisa en los labios y el último número <strong>de</strong> Hermes bajo el brazo, acaba <strong>de</strong> entrar en el clásico restaurant, y <strong>Gustavo</strong> con este motivo besa la copa emocionado, ya por novena vez, mientras esperaba, y por otros muy diversos motivos. Y estos dos extranjeros afectuosos comen, charlan, ríen, se abrazan entre plato y plato y luego vuelven a beber. Parece que en el fondo <strong>de</strong>l cristal <strong>de</strong> sus copas preten<strong>de</strong>n buscar la felicidad que les circunda. Luego, llega la hora <strong>de</strong> las íntimas confi<strong>de</strong>ncias. Alejo ya se ha enjugado cuatro o cinco veces las lágrimas. Quiere cantar una canción bilbaína, pero en su garganta se ahogan las notas entre suspiros y sollozos. <strong>Gustavo</strong> canta como un riojano <strong>de</strong> mal oído y Alejo llora <strong>de</strong> risa. La efusión se ha <strong>de</strong>sbordado, y las copas <strong>de</strong> los dos extranjeros están en alto; ya en el Royal, no queda más que una pareja en un rincón y <strong>Gustavo</strong> brinda por su última gorda, por su amor. Luego, abrazados, <strong>Gustavo</strong> confiesa que está enamorado y llora <strong>de</strong>sconsolado, mientras unos lagrimones enormes caen en su copa, siempre vacía, que los recoge como al mejor licor. Un taxi se ha parado a las pocas horas ante un puesto ambulante <strong>de</strong> café caliente. De él se apea un extranjero envuelto en su abrigo y pi<strong>de</strong> un café. Es el amanecer. El taxi <strong>de</strong>saparece en una vuelta, y avanza entre las calles <strong>de</strong>siertas, <strong>de</strong>jando allá en el fondo la dormida City; lleva la dirección <strong>de</strong> Chelsea, como otras muchas noches, también como esta noche londinense, en que la niebla cubre a Chelsea. GUSTAVO DE MAEZTU por Estanislao M.ª <strong>de</strong> Aguirre 123