64 Panneau central <strong>de</strong>l tríptico «Ofrenda <strong>de</strong> Levante a la Tierra Española.» Proyecto <strong>de</strong> <strong>de</strong>coración.
EL REGISTRADOR DE LA PROPIEDAD DE SEVILLA IX CÓMO ser romántico y no vivir una temporada en Sevilla? Aunque ya no creen en Sevilla, más que los ingleses y los señoritos flamencos españoles, esa lepra tan extendida por toda España, allá se fue <strong>Gustavo</strong>, con su carpeta bajo el brazo, a pasar una temporada en las orillas <strong>de</strong>l Guadalquivir, Más que a esa Sevilla <strong>de</strong>l señoritismo, <strong>de</strong> sosos y <strong>de</strong> castizos, más que a esa Sevilla flamenca que nutre <strong>de</strong> estupi<strong>de</strong>z todos los escenarios <strong>de</strong> varietés, más que a esa Sevilla <strong>de</strong> guitarreo y <strong>de</strong> mujerío <strong>de</strong> ojazos, como dicen los castizos chipén a la hermosa ciudad <strong>de</strong>l Betis, a la Sevilla quimérica <strong>de</strong> Don Juan, probablemente para ver si la osadía <strong>de</strong>l burlador <strong>de</strong>jó algo, y campear en sus atar<strong>de</strong>ceres como gentil sustituto. Y allá en Triana, en la misma calle <strong>de</strong>l Betis y frente a la Torre <strong>de</strong>l Oro, se instaló en compañía <strong>de</strong> Pepe Arrúe y <strong>de</strong> Pablo Arriarán, para pala<strong>de</strong>ar mejor el carácter. A <strong>Gustavo</strong> siempre le ha perseguido el folletón y en Sevilla quiso este pájaro negro que su albergue fuese una iglesia abandonada y convertida por su propietario en carbonería y talleres con vivienda para artistas. La distribución <strong>de</strong> tal vivienda era muy pintoresca. Los huecos que formaban sus naves laterales estaban habilitados para un vecino y por este motivo tuvo <strong>Gustavo</strong> que anidar sobre lo que en otros tiempos fue un altar. Santificados por el ambiente, la vida <strong>de</strong> estos tres nuevos vecinos fue honesta y tranquila, tal como a su situación correspondía y más cuando la abundancia <strong>de</strong> dinero no podía turbar la paz <strong>de</strong> sus espíritus. Una tinaja, llena <strong>de</strong> vino <strong>de</strong> la hoja don<strong>de</strong> <strong>de</strong> vez en cuando caía <strong>de</strong> bruces <strong>Gustavo</strong> como en un pozo <strong>de</strong> inspiración, le hacía hablar a menudo en un extraño andaluz, mientras Sevilla langui<strong>de</strong>cía plácidamente arrullada por el Guadalquivir. Pero un día entró al taller un perro <strong>de</strong> la vecindad y olfateando, mordisqueando y enredándolo todo, se llevó la bota izquierda <strong>de</strong> <strong>Gustavo</strong>, quien ajeno a la gracia, estaba sobre un lienzo don<strong>de</strong> sus pinceles eran alas ligeras <strong>de</strong> su fantasía. Des<strong>de</strong> aquel momento, ya no hubo tranquilidad en aquella corte celestial. <strong>Gustavo</strong>, indignado, protestaba <strong>de</strong> lo que él creía una broma pesada <strong>de</strong> Arriarán, volviéndose loco buscando entre cajas y trastos viejos <strong>de</strong>l taller la bota <strong>de</strong>saparecida. Al fin, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> asegurar que los andaluces no tenían gracia, que los graciosos son los catalanes, no tuvo más solución que salir a paseo, aunque refunfuñando, con las botas <strong>de</strong> la patrona. GUSTAVO DE MAEZTU por Estanislao M.ª <strong>de</strong> Aguirre 65