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Descargar PDF - Museo Gustavo de Maeztu

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Así <strong>de</strong>bió suce<strong>de</strong>r, porque El Coitao aparecía el 26 <strong>de</strong> enero <strong>de</strong> 1908. En las sacristías<br />

fruncieron el entrecejo y rascándose la coronilla, dijo un coadjutor:-No sé, no<br />

sé, pero éstos <strong>de</strong>ben ser <strong>de</strong> los <strong>de</strong> la cáscara amarga-. ¡Canastos! -dijo otro- yo creo<br />

lo mismo. Algunas beatas <strong>de</strong> las siete calles encendieron unas velas para sus santucos.<br />

Pero no pasó nada. El Coitao fue una equivocación <strong>de</strong> medida. Era <strong>de</strong>masiado semanario<br />

para el Bilbao <strong>de</strong> aquella época, y la <strong>de</strong>cepción fue gran<strong>de</strong> para los tres consejeros,<br />

quienes cayeron como buitres sobre la cal<strong>de</strong>¬rilla, con más codicia que nadie<br />

«Don Tejón Vélez <strong>de</strong>l Duero». Del primer número se vendieron ochocientos cuarenta<br />

y dos ejemplares. Se publicaron ocho números, hasta que el pobre Don Serafín<br />

Arrauchi y Arrauchi, El Coitao, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> arrepentido, tuvo que morirse perteneciendo<br />

a la Congregación <strong>de</strong> la Buena Muerte, pero siempre burlón y anticlerical, aunque, como<br />

es natural, creía en Dios y en la Santísima Trinidad. Ante el cadáver <strong>de</strong> Don Serafín<br />

Arrauchi y Arrauchi, «Don Tejón Vélez <strong>de</strong>l Duero» exclamó dolorido: ¡Lástima gran<strong>de</strong><br />

que te vayas! Habrá que hacer -dijo luego a Pepe Arrúe- otro «Pan <strong>de</strong> los Pobres»,<br />

que tenga más éxito que el pobre Coitao.<br />

Peor para Bilbao, repuso un <strong>de</strong>sconocido, si no pue<strong>de</strong> sostener un semanario <strong>de</strong>coroso<br />

por falta <strong>de</strong> inquietud, <strong>de</strong> espíritu y <strong>de</strong> rebeldía. Pepe Arrúe se mordía la boina<br />

<strong>de</strong> dolor y todos rezaron arrodillados un responso por el alma <strong>de</strong>l pobre Don Serafín<br />

Arrauchi y Arrauchi. «Don Tejón Vélez <strong>de</strong>l Duero» cubrió aquella cara con un pañuelo<br />

blanco y uno por uno todos fueron <strong>de</strong>sfilando.<br />

Entre los colaboradores <strong>de</strong> El Coitao, recuerdo a Pío Baroja, Ramón Basterra, <strong>Maeztu</strong>,<br />

Unamuno, Juan <strong>de</strong> la Encina, Ramón Sánchez Díaz y, entre otros, Linacero. aquel<br />

muchacho tan azotado por la vida. En la cárcel, en una celda con su boca abierta como<br />

una llaga por el dolor, <strong>de</strong>jó lo mejor <strong>de</strong> su salud. Aún en sus últimos días, acudía a la<br />

tertulia <strong>de</strong>l café, con la sequedad <strong>de</strong> la Muerte en los labios. ¡Esto <strong>de</strong> venir un agonizante<br />

al café!, pensaban algunos. Y el pobre Linacero quedaba solo con la fatiga agitando<br />

su pecho. Algunos días, su amigo Villaver<strong>de</strong>, empleado en el Cementerio <strong>de</strong> Vista-Alegre,<br />

le <strong>de</strong>cía: ¡Oye, Linacero! ¿Por qué no vienes por Derio? Linacero callaba, inclinando<br />

la cabeza.<br />

¡Tengo frío!, nos dijo una noche <strong>de</strong> verano. La orquesta <strong>de</strong>l café <strong>de</strong>l Boulevard servía<br />

<strong>de</strong> contraste. ¡Tengo mucho frío! Yo callaba. Villaver<strong>de</strong> insistía, ven por Derio, que<br />

el campo te conviene. Al fin, el pobre Linacero obe<strong>de</strong>cía a su amigo. A los dos días le<br />

enterraban en Derio.<br />

¡Otra vida quebrada!<br />

<br />

GUSTAVO DE MAEZTU por Estanislao M.ª <strong>de</strong> Aguirre 55

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