Descargar PDF - Museo Gustavo de Maeztu
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Hacía algún tiempo que <strong>Maeztu</strong> y Meabe se habían instalado en Val-<strong>de</strong>-Grâce, <strong>de</strong>sfilando<br />
por su estudio ese mundo pintoresco que anida en el París <strong>de</strong> la quimera y <strong>de</strong><br />
lo inverosímil. El canallita español, con su capa y su guitarra, el atorrante sudamericano,<br />
medio señorito, medio literato. Un servio <strong>de</strong> vida sombría. Muchos españoles sin<br />
oficio, que se dicen revolucionarios, y el imprescindible catalán <strong>de</strong> siempre.<br />
Un ventanal gran<strong>de</strong> da al patio, frente por frente, don<strong>de</strong> unas sirvientas asoman<br />
alegres sus gracias <strong>de</strong> cuando en cuando.<br />
¡Cuántas tar<strong>de</strong>s lluviosas y tristes distrae el tedio <strong>de</strong> todos las ocurrencias chispeantes<br />
<strong>de</strong> <strong>Gustavo</strong>! Meabe traducía entonces para la editorial Garnier y precisamente,<br />
aquellos días, la edición francesa <strong>de</strong>l siglo XVIII, <strong>de</strong> Platón. En la penumbra se distingue<br />
en un rincón <strong>de</strong>l estudio, Bellido, un irunés <strong>de</strong>sterrado por insultos al Rey <strong>de</strong> España.<br />
También acu<strong>de</strong>n a menudo Jáuregui, un socialista <strong>de</strong> Vergara, <strong>de</strong>corador y protector<br />
<strong>de</strong> los artistas jóvenes. Pablo Arriarán, el gran pastichista e imitador <strong>de</strong> <strong>Museo</strong>s. En la<br />
pared hay colgada una guitarra sin cuerdas, que nadie sabe tocar. Algunas tar<strong>de</strong>s, cuando<br />
el sol invernal acaricia el ambiente, <strong>Maeztu</strong> abandona el <strong>de</strong>sván <strong>de</strong> Val-<strong>de</strong>-Grâce y<br />
se <strong>de</strong>ja per<strong>de</strong>r entre el hormiguero voluptuoso <strong>de</strong> la gran ciudad, en un cafetín ignorado,<br />
<strong>de</strong> cualquier faubourg, suelta el hilo <strong>de</strong> su optimismo y <strong>de</strong>ja que la cometa <strong>de</strong><br />
su ilusión vuele alta, muy alta.<br />
Las noches <strong>de</strong> estrellas, cuando las heladas empañan las vidrieras <strong>de</strong> los restaurants<br />
y cafés, atraídos por la sugestión <strong>de</strong> una tradición romántica, concurren a la «Closserie<br />
<strong>de</strong>s Lilas» en la Place <strong>de</strong> l’Observaioire, don<strong>de</strong> en noches parecidas acudían Paul<br />
Verlaine, Alfred <strong>de</strong> Musset, George Sand, Chopin y todo el París interesante. A las clásicas<br />
reuniones <strong>de</strong> los martes acu<strong>de</strong>n en esta época Anglada Camarasa ro<strong>de</strong>ado ya, <strong>de</strong><br />
incondicionales admiradores, el interesante pintor americano Tito Salas, Gómez Carrillo,<br />
con su estela <strong>de</strong> gran<strong>de</strong>s antipatías y simpatías, Guillaume Apollinaire, el crítico<br />
mo<strong>de</strong>rno, el verbo <strong>de</strong>l cubismo y el ardiente <strong>de</strong>fensor <strong>de</strong>s<strong>de</strong> las columnas <strong>de</strong>l Mon<br />
Joie, <strong>de</strong>l monumento a Oscar Wil<strong>de</strong>, <strong>de</strong> la creación discutidísima por su concepto, <strong>de</strong>l<br />
escultor inglés Stein.<br />
Otras noches, la silueta pintoresca <strong>de</strong> <strong>Gustavo</strong> vagaba por entre las mesas <strong>de</strong>l café<br />
«D'Arcourt» muy concurrido también por los artistas y don<strong>de</strong> el puño <strong>de</strong> un gendarme<br />
animal, <strong>de</strong> uno <strong>de</strong> les brutes, terminó <strong>de</strong> un puñetazo con Henri Murger, el novelista<br />
cantor <strong>de</strong> la vida bohemia <strong>de</strong> artistas, grisetas y estudiantes. El público <strong>de</strong> este<br />
café era muy complicado y mal mirado por los polizontes. Concurrían muchos extranjeros,<br />
principalmente rusos y españoles, Bellido, Meabe, Jáuregui, Arriarán y <strong>Gustavo</strong> <strong>de</strong> <strong>Maeztu</strong><br />
por su espíritu folletinesco, entre ellos.<br />
Un ingeniero belga, un tal Rull, hombre <strong>de</strong> extraordinaria simpatía, había llegado<br />
aquellos días. Su inteligencia clara y su bondad pronto encontraron la amistad sin-<br />
GUSTAVO DE MAEZTU por Estanislao M.ª <strong>de</strong> Aguirre 45