54 La Petra. (dibujo) Colección <strong>de</strong> D. Tulio Bonafoux. Londres. San Vicente <strong>de</strong> la Sonsierra. (óleo) Colección <strong>de</strong> Don Arcadio D. <strong>de</strong> Corcuera. Bilbao.
Así <strong>de</strong>bió suce<strong>de</strong>r, porque El Coitao aparecía el 26 <strong>de</strong> enero <strong>de</strong> 1908. En las sacristías fruncieron el entrecejo y rascándose la coronilla, dijo un coadjutor:-No sé, no sé, pero éstos <strong>de</strong>ben ser <strong>de</strong> los <strong>de</strong> la cáscara amarga-. ¡Canastos! -dijo otro- yo creo lo mismo. Algunas beatas <strong>de</strong> las siete calles encendieron unas velas para sus santucos. Pero no pasó nada. El Coitao fue una equivocación <strong>de</strong> medida. Era <strong>de</strong>masiado semanario para el Bilbao <strong>de</strong> aquella época, y la <strong>de</strong>cepción fue gran<strong>de</strong> para los tres consejeros, quienes cayeron como buitres sobre la cal<strong>de</strong>¬rilla, con más codicia que nadie «Don Tejón Vélez <strong>de</strong>l Duero». Del primer número se vendieron ochocientos cuarenta y dos ejemplares. Se publicaron ocho números, hasta que el pobre Don Serafín Arrauchi y Arrauchi, El Coitao, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> arrepentido, tuvo que morirse perteneciendo a la Congregación <strong>de</strong> la Buena Muerte, pero siempre burlón y anticlerical, aunque, como es natural, creía en Dios y en la Santísima Trinidad. Ante el cadáver <strong>de</strong> Don Serafín Arrauchi y Arrauchi, «Don Tejón Vélez <strong>de</strong>l Duero» exclamó dolorido: ¡Lástima gran<strong>de</strong> que te vayas! Habrá que hacer -dijo luego a Pepe Arrúe- otro «Pan <strong>de</strong> los Pobres», que tenga más éxito que el pobre Coitao. Peor para Bilbao, repuso un <strong>de</strong>sconocido, si no pue<strong>de</strong> sostener un semanario <strong>de</strong>coroso por falta <strong>de</strong> inquietud, <strong>de</strong> espíritu y <strong>de</strong> rebeldía. Pepe Arrúe se mordía la boina <strong>de</strong> dolor y todos rezaron arrodillados un responso por el alma <strong>de</strong>l pobre Don Serafín Arrauchi y Arrauchi. «Don Tejón Vélez <strong>de</strong>l Duero» cubrió aquella cara con un pañuelo blanco y uno por uno todos fueron <strong>de</strong>sfilando. Entre los colaboradores <strong>de</strong> El Coitao, recuerdo a Pío Baroja, Ramón Basterra, <strong>Maeztu</strong>, Unamuno, Juan <strong>de</strong> la Encina, Ramón Sánchez Díaz y, entre otros, Linacero. aquel muchacho tan azotado por la vida. En la cárcel, en una celda con su boca abierta como una llaga por el dolor, <strong>de</strong>jó lo mejor <strong>de</strong> su salud. Aún en sus últimos días, acudía a la tertulia <strong>de</strong>l café, con la sequedad <strong>de</strong> la Muerte en los labios. ¡Esto <strong>de</strong> venir un agonizante al café!, pensaban algunos. Y el pobre Linacero quedaba solo con la fatiga agitando su pecho. Algunos días, su amigo Villaver<strong>de</strong>, empleado en el Cementerio <strong>de</strong> Vista-Alegre, le <strong>de</strong>cía: ¡Oye, Linacero! ¿Por qué no vienes por Derio? Linacero callaba, inclinando la cabeza. ¡Tengo frío!, nos dijo una noche <strong>de</strong> verano. La orquesta <strong>de</strong>l café <strong>de</strong>l Boulevard servía <strong>de</strong> contraste. ¡Tengo mucho frío! Yo callaba. Villaver<strong>de</strong> insistía, ven por Derio, que el campo te conviene. Al fin, el pobre Linacero obe<strong>de</strong>cía a su amigo. A los dos días le enterraban en Derio. ¡Otra vida quebrada! GUSTAVO DE MAEZTU por Estanislao M.ª <strong>de</strong> Aguirre 55