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Descargar PDF - Museo Gustavo de Maeztu

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XXIV<br />

¡YA CAEN LAS ÚLTIMAS HOJAS!<br />

EN la calle hace frío, y buscando su tibio ambiente,<br />

me refugio en el café.<br />

El aburrimiento chorrea por mi cuerpo, como la<br />

esperma por un cirio funeral, que alumbrase mis pensamientos<br />

grises y la <strong>de</strong>sesperanza que me ahoga. El<br />

artritismo clava sus garras, como las uñas <strong>de</strong> un mono,<br />

en mis carnes,<br />

Junto a mi mesa, unos ingleses me envuelven con<br />

el aroma <strong>de</strong> sus cigarrillos <strong>de</strong> hierbas orientales, que<br />

yo aspiro como la brisa <strong>de</strong> lejanas tierras, con la melancolía<br />

<strong>de</strong> quien ha lanzado al fondo su ancla marina<br />

y se resigna a ver los horizontes <strong>de</strong>l mar, con sus gemelos<br />

<strong>de</strong> pobre lobo retirado.<br />

Las vidrieras <strong>de</strong>l café están empañadas por el frío<br />

<strong>de</strong> la calle, y en un rincón, una mujer joven, que lleva<br />

en sus ojos el estigma <strong>de</strong> su vida pecadora, parece<br />

aguantar el temporal <strong>de</strong> su existencia, envuelta en sedas<br />

y pieles, aguardando la aventura <strong>de</strong>sconocida.<br />

¡Qué placer secreto tiene lo <strong>de</strong>sconocido!<br />

Comprendo su tragedia. Espera al vampiro <strong>de</strong> ciudad<br />

que ha <strong>de</strong> satisfacer en sus carnes flácidas su ansia<br />

<strong>de</strong> lujuria seductora.<br />

Ahora mira insistente hacia mí, y creo reconocerla.<br />

Era una noche como ésta, en el Bar <strong>de</strong>l Kursaal, <strong>de</strong> San<br />

Sebastián, bebimos juntos los dos.<br />

Recuerdo también cómo aquella misma noche, en<br />

un rincón <strong>de</strong>l Bar, y envuelto en su visible melancolía,<br />

estaba Malvi, el <strong>de</strong>sterrado <strong>de</strong> Francia, en su humil<strong>de</strong><br />

situación <strong>de</strong> <strong>de</strong>sterrado. Recuerdo también, cómo esta<br />

mujer ojerosa le llamaba ¡asesino y traidor!<br />

Malvi, con sus ojillos vivaces, parecía escudriñar<br />

en su inquietud. ¡No podría llegar a menos el pobre Malvi!<br />

Bien es verdad que tampoco podía llegar a más el<br />

<strong>de</strong>sterrado.<br />

¡Sí, es la misma mujer!<br />

Columna <strong>de</strong>l retablo<br />

«Lírica y Religión.»<br />

GUSTAVO DE MAEZTU por Estanislao M.ª <strong>de</strong> Aguirre 151

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