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Nezar - LETRA SABIA - Servicios Editoriales

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Francisco Fernández<br />

ñeca lentamente. Nono, entonces, ya no pudo contener la emoción de<br />

ver cómo su madre le quería coger la mano, mientras el cáncer la estrangulaba.<br />

Nono comenzó a llorar en silencio, pero con la suficiente entereza<br />

como para poder hablar.<br />

–Cogidos de la mano. Como en los viejos tiempos, ¡eh, mamá!<br />

Así estuvieron madre e hijo unos 20 o 25 minutos, hasta que la<br />

moribunda comenzó a ponerse nerviosa y a inquietarse. Rosa, sin dejar<br />

de cogerle la mano a su hijo, con el pulgar de la otra mano señalaba hacia<br />

su cuello y después, la bajaba de forma violenta. En un principio,<br />

Nono pensó en impedírselo, pero sabía que su madre le estaba indicando<br />

algo. A los pocos minutos, Nono se dio cuenta de que su madre quería<br />

que le mirase la cadena. Supuso que le molestaba, pero entonces lo<br />

comprendió todo.<br />

–¡Pero! ¿Dónde están las fotografías de los santos y de todas las<br />

advocaciones de las vírgenes? ¿Dónde está la cruz de oro que tenía y la<br />

medalla de la Virgen con el Niño Jesús?<br />

–Las tiró, Nono. Las tiró antes de venir al Hospital. Además, me<br />

dijo que cerrase la ventana cuando pasó la procesión de Semana Santa.<br />

Yo creo que ha renegado de Dios.<br />

–Adonde yo vaya… ¿no mamá…? Me acuerdo de aquel día.<br />

Al decir aquellas palabras en voz baja, casi para sí mismo, notó<br />

que su madre le agarró más fuerte de la mano. Nono quedó mirándola,<br />

llorando en silencio, mientras en sus labios se dibujaba una liviana sonrisa.<br />

Pasados unos diez minutos, Rosa necesitaba contraer el tórax para<br />

respirar y fue entonces cuando la moribunda le soltó la mano e hizo el<br />

ademán a su hijo de que se marchase. A Nono se le pusieron los pelos<br />

de punta de ver que el instinto maternal de proteger del sufrimiento a su<br />

hijo se hacía real en aquellos momentos, donde la debilidad de su madre<br />

era tan clara y perceptible: Rosa no quería hacerle daño a su hijo con su<br />

propia muerte. Pronto supo Nono, que aquel sería el acto de amor más<br />

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