Nezar - LETRA SABIA - Servicios Editoriales
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Francisco Fernández<br />
rás feliz y siempre tendré en ti a alguien que se acuerde de mí. Por eso te<br />
he traído unos churros.<br />
–¡Claro que sí! Ya verás cómo todo cambia. Te quiero abuelo y te<br />
querré siempre.<br />
–Lo sé, y yo a ti también.<br />
Abuelo y nieto hablaron de muchas cosas aquella mañana y fueron<br />
los dos juntos en amigable compañía de regreso a casa de los Novoa a<br />
comer.<br />
Al llegar a casa, los hermanos de Nono actuaron con total normalidad:<br />
comieron y hablaron del poco futuro que tenía ese diario en La<br />
Unión y, aunque a Nono no le gustaba el cariz que estaba tomando aquella<br />
conversación, a modo de consuelo les siguió a todos la corriente porque<br />
comprendía, desde sus más íntimos adentros, que lo hacían por<br />
cariño y compasión, aunque lo disimulasen lo mejor que sabían. No obstante,<br />
el reflejo en el rostro de su padre de lástima y fatalidad en el momento<br />
de despedirse de su hijo, después del café de sobremesa, le dio<br />
una idea a Nono de cuál era el estado de ánimo del patriarca y de su familia<br />
en general.<br />
Aquella mañana se manifestaba despejada y en calma. El aire ya<br />
había dejado de ser tan frío. Nono veía cómo su perrita le miraba con<br />
una cara redonda y hermosa, que a veces le recordaba a una luna resucitada<br />
en la aurora.<br />
A lo lejos, se escuchaba el canto de los jilgueros, los pardillos y los<br />
verderones. Desde lo alto de la sierra, los hombres apenas se movían y<br />
los coches se trasladaban muy despacio. Las flores comenzaban a abrir<br />
sus pétalos bajo una luz limpia y clara. Los asfódelos, o varillas de San<br />
José, como se les conocía en aquel lugar, llenaban la sierra minera de<br />
una belleza sencilla y de paz. Nono ya no se acordaba del día en que vivía,<br />
tampoco le importaba… demasiados currículos y demasiadas puertas<br />
cerradas. Lo único hermoso y novedoso de aquella mañana de<br />
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