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Nezar - LETRA SABIA - Servicios Editoriales

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Adonde tú vayas<br />

en orden y guardados en su carpeta. Rosa veía que la religión de Nono<br />

relegaba a la mujer al hogar y a la maternidad… Era odiosa: el machismo<br />

por excelencia. También pensaba que Nono utilizó el Islam para sus propios<br />

fines e intereses machistas. Sin embargo, fue su hijo mayor quien la<br />

animó a estudiar, a pintar, a ser actriz, a amar el arte y todo lo que él<br />

amaba. Rosa comprendió que Nono estaba dispuesto a luchar contra el<br />

cáncer como buenamente podía y sabía, y ella ni siquiera le otorgaba el<br />

derecho a que la defendiese.<br />

Cuando llegó a aquellas conclusiones, a Rosa se le saltaron las lágrimas<br />

de felicidad mientras miraba a su hijo. Su recuerdo comenzó a<br />

decirle que Nono, aun siendo musulmán, le regalaba alguna que otra<br />

cosa por Navidad, lo mismo que en día de la Madre tenía la costumbre<br />

de regalarle un frasquito de perfume “Estivalia Azur”.<br />

Ella, en cambio, no le preparaba la comida a la hora de romper el<br />

ayuno que Nono hacía cuando llegaba el mes lunar de Ramadán. La fiesta<br />

de final de ayuno, tan especial para Nono, era un día normal y corriente<br />

en casa de los Novoa y Rosa contribuía a esa actitud de manera muy<br />

especial. En cambio, el día en que ella cumplía años, él era el único que<br />

se acordaba de la efeméride en la casa. Rosa comprendió con su hijo en<br />

el regazo, haciéndose el dormido que, a veces, Nono cedía en las leyes<br />

de su credo para mantener el amor entre madre e hijo. Rosa comprendió<br />

que el amor era un sentimiento que estaba por encima de todo para su<br />

hijo, así que pensó, que ya que la hora de la muerte estaba cercana, moriría<br />

teniendo los papeles en orden y en su sitio, como su hijo.<br />

–¿Ya te has despertado?<br />

–Sí, aunque últimamente y como van las cosas, preferiría quedarme<br />

dormido.<br />

–¡Claro! Como mis muslos están blanditos, pues ala… a dormir –diciendo<br />

esto, Rosa mostró una sonrisa inesperada, al mismo tiempo que<br />

le daba a su hijo un pellizco en la nariz.<br />

–Déjame gordita.<br />

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