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Nezar - LETRA SABIA - Servicios Editoriales

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Adonde tú vayas<br />

vez: la vida es una mierda. Dios no existe y después de la muerte no te<br />

levantas en un sueño, después de la muerte no hay nada.<br />

–¡Bueno! Como bien sabes, no estoy de acuerdo con tu opinión,<br />

pero dejemos la conversación. Ya no me quedan ganas de hablar a mí<br />

tampoco –dicho esto, Nono le dio la espalda a su madre y salió de la<br />

sala–. No pintes si no quieres –apostilló al salir.<br />

El malestar reinante en la casa de los primeros días desapareció<br />

poco a poco, cuando a tan sólo dos semanas de haber recibido la primera<br />

sesión de quimioterapia, Rosa comenzó a notar una gran mejoría.<br />

Aquel mes de mayo resultó ser muy cálido y soleado. Marido y<br />

mujer volvieron a pasear juntos. Iban siempre por la arteria principal de<br />

la ciudad, hasta llegar a un lugar tranquilo y hermoso llamado “La Rosaleda”:<br />

una plaza llena de jardines con rosales, en cuyo centro había<br />

una fuente de la cual, a horas nocturnas, manaba agua que cambiaba<br />

de color constantemente ante el espectador gracias a unos determinados<br />

efectos lumínicos.<br />

Al llegar a la plaza, Antonio y Rosa se sentaban un ratito y hablaban<br />

de sus cosas, pero antes de que ambos saliesen a la calle, Nono se<br />

asomaba a la ventana para verlos salir.<br />

En esos instantes, sentía en el interior de su corazón la gran felicidad<br />

de que son capaces de sentir los hijos, cuando ven unidos y en armonía<br />

a sus padres.<br />

Sin embargo, había una preocupación en las entrañas del hijo mayor<br />

de los Novoa que nunca desparecía del todo: la delgadez de su madre<br />

era perceptible. Rosa había perdido en dos meses cerca de 14 o 15<br />

kilos, andaba muy despacio, casi como una muñeca eléctrica. Su color<br />

de cara entre blanco y amarillento nunca desaparecía y en sus esputos<br />

aparecían siempre diminutas hebras de sangre.<br />

Durante la rutina diaria, en las horas de la sobremesa, Rosa había<br />

sustituido la pintura por sus labores en la cocina. Por la tarde, la enferma<br />

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