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Nezar - LETRA SABIA - Servicios Editoriales

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Francisco Fernández<br />

viernos todavía. Lo que pasa es que tú te irás apagando poquito a poco,<br />

hasta que se apague la luz del todo –le aseguró Nono.<br />

–Eso lo dices tú, que eres muy optimista, pero yo creo que el día<br />

que ya no pueda llegar a la casa, aunque solo sea un ratito contigo, se<br />

acaba el gas, la cera y la luz.<br />

Después de hablar con su abuelo, a Nono le había quedado un<br />

mal sabor de boca porque no solo veía a su abuelo como el paciente de<br />

un pequeño trastorno por falta de oxígeno en la sangre, sino que lo veía<br />

apagado, triste, pesimista y excesivamente delgado para el hombre que<br />

había sido hacía no tantos años.<br />

Nono pensaba que cuando él terminó su carrera universitaria a los<br />

25 años, su abuelo Enrique era grande, fuerte, comilón, obeso y siempre<br />

tenía buen humor.<br />

Mientras comía, aquel aspirante a filósofo meditaba de lo que era<br />

capaz de hacer el paso de los años con el ser humano. La muerte de su<br />

abuelo era un sentimiento que se hizo presente en su mente y en el corazón<br />

del redactor. Algo con lo que él nunca había contado.<br />

Aquella tarde tuvo que enviar varias veces su página a la redacción<br />

central por no estar centrado en el trabajo. Y es que además del profundo<br />

cariño que Nono sentía por su abuelo, había otro sentimiento que le<br />

abordaba y era el de la “inseguridad”. Una vez a solas en casa, recordaba<br />

una y otra vez las palabras de su abuelo: "A ver si te casas y trabajas<br />

porque, mora o cristiana, para mí será como una nueva nieta".<br />

Por momentos, aquel joven se avergonzaba de sí mismo por ver la<br />

vida y la muerte de su abuelo con fines egoístas, pero era la ley de la<br />

existencia. Nono ya no era tan joven. Carecía de recursos económicos y,<br />

mirando las cosas con más calma y sin fantasías, tenía un contrato a media<br />

jornada. Si ampliaba su contrato a jornada completa y no pagaba alquiler<br />

podía comprarle a cómodos plazos a su madre aquella pequeña<br />

casa. Podía fundar un hogar y ser feliz, pero había algo en su corazón<br />

que no le dejaba tranquilo.<br />

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