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Nezar - LETRA SABIA - Servicios Editoriales

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Francisco Fernández<br />

Lo cierto era que la rotundidad de aquella respuesta no dejaba<br />

margen para el diálogo. Seguir la conversación en la misma dinámica terminaría<br />

en una discusión, por lo que mantener la calma y cambiar el<br />

tema era la mejor opción a seguir para Nono.<br />

–¿Alguna cuestión más? –preguntó Rosa.<br />

–Sí, pero no sólo a ti, a los dos: mañana no tengo tema para rellenar<br />

una página del diario. ¿Se os ocurre algo?<br />

–Sí –volvió a asentir Rosa–. Podrías ir a la Escuela Municipal de<br />

Pintura que va a comenzar el próximo lunes. El profesor está a partir de<br />

las diez de la mañana en el mismo centro.<br />

–Muy buena idea, mamá. Apúntate un diez. ¿Te vas a inscribir en<br />

esta escuela?<br />

–Ya lo he hecho.<br />

Con un ratito más de conversación sobre el arte de la pintura y los<br />

artistas locales, sus padres regresaron a casa. Pero Nono, al quedarse<br />

solo, sentado en su sillón, con la mirada perdida frente a los cristales de<br />

la ventana, pensó en la pobreza de amor y en lo mucho que su madre le<br />

había decepcionado. La maternidad aquella noche fue el ídolo caído<br />

para un pobre hombre que sin saber cómo ni por qué, había intuido<br />

aquella tarde la respuesta que le iba a hacer quien le dio la vida.<br />

Nono lloró amarga y silenciosamente cuando llegó a sentir que su<br />

felicidad era menos valorada para su propia madre que una simple casa<br />

en la playa.<br />

Después de meditar durante bastantes horas sobre la sociedad en<br />

la que vivía, llegó a la conclusión de que se valoraba demasiado la figura<br />

de la madre y muy poco la del abuelo.<br />

Los pensamientos y aquel silencio sin tiempo en la mente de<br />

Nono, se estaban comiendo el ánimo de aquel hombre sumido en una<br />

depresión momentánea, pero intensa. Al llegar a la cama sin cenar y todavía<br />

con silenciosas lágrimas dibujadas en su rostro, pensó en Dios y<br />

esta vez, en lugar de recibir el sosiego del creyente, una horrorosa intui-<br />

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