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Nezar - LETRA SABIA - Servicios Editoriales

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Francisco Fernández<br />

temblando de miedo y sufrimiento. Era evidente que aquella mujer de<br />

poco más de 50 año le estaba viendo la cara a la muerte.<br />

Al llegar aquella noticia a casa, la inundó de una gran tristeza. De<br />

hecho, nadie habló en la mesa, todos lloraron en silencio al encerrarse<br />

en sus respectivas habitaciones.<br />

Aquella tarde, Rosa estaba sola en el sofá, mirando la televisión<br />

sin verla. Sus ojos mostraban un estado de conciencia ensimismado. Su<br />

hijo mayor, al verla en ese estado, entró a la sala de estar y se acostó en<br />

el sofá dejando su cuello y su cabeza en el regazo de la enferma. Ella lo<br />

miró y él cerró los ojos.<br />

Rosa, al sentir la presencia de su hijo sobre sus muslos, lo miró<br />

con una gran ternura. Aquella mujer madura veía a su hijo como una<br />

enorme masa de carne virginal, un niño grande a quien ninguna mujer le<br />

había dado placer. Un hombre maduro que no sabía todavía lo que había<br />

sido tener un trabajo digno. Rosa pensaba que su hijo moriría sin conocer<br />

la vida y ella iba a morir, sin darle a Nono la oportunidad de que la<br />

protegiese, de luchar por ella, de ofrecer al mundo la única masculinidad<br />

que su existencia le iba a dar la oportunidad de desarrollar.<br />

Cierto era que, a Rosa, su hijo Nono la había decepcionado en<br />

todo, pero se percataba, en aquellos instantes, de que eso no cambiaba<br />

las cosas. Su hijo, sea lo que sea o hubiese sido: idiota o loco, tonto o<br />

niño grande, fracasado o enfermo, había puesto sus manos en sus caderas,<br />

había fruncido el ceño y enseñado los dientes a un enemigo al que<br />

toda la humanidad le había rendido su resignación y su miedo.<br />

Rosa estaba convencida cada vez más de que su hijo había perdido<br />

los papeles en la vida; porque, ¿a dónde iba a ir y a dónde se iba a<br />

presentar un licenciado con casi 40 años cuyo currículo era “nada”?<br />

¿Con qué ojos lo miraría cualquier empresario? Estaba claro su destino.<br />

Sin embargo, Rosa, era la madre de Nono y eso su hijo mayor no lo había<br />

olvidado. El treintañero podría ser un retrasado, pero tenía los papeles<br />

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