joshua-harris-le-dije-adios-a-las-citas-amorosas
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CAPÍTULO DIECISEIS<br />
Algún día tendré<br />
una historia que contar<br />
escribiendo una historia de amor de la cual<br />
te sentirás orgulloso.<br />
Le <strong>dije</strong> adiós a <strong>las</strong> <strong>citas</strong> <strong>amorosas</strong><br />
N<br />
o hay nada más romántico que escuchar un relato honesto y comp<strong>le</strong>to de la<br />
historia de amor de una pareja.<br />
Serás uno de los privi<strong>le</strong>giados cuando tengas la oportunidad de escuchar esta<br />
historia de los labios de tus padres.<br />
Yo crecí escuchando como fue que mis padres se conocieron y se casaron. Las fotos<br />
de la familia me han servido de ayuda visual, porque me permitieron ―ver‖ cómo<br />
eran mamá y papá cuando se conocieron por primera vez. En mi mente, me<br />
transporto a aquellos momentos donde observo en si<strong>le</strong>ncio esa situación tan<br />
especial…<br />
―la ciudad de Dayton, en el estado de Ohio, no es el sitio más apropiado para un<br />
fogoso romance. A papá <strong>le</strong> gusta señalar que Dayton fue el lugar que vio nacer el<br />
avión y el motor de encendido automático, decía el bromeando, que te ayudaban a<br />
salir del pueblo deprisa.<br />
Pero, a pesar de los chistes y comentarios humorísticos de mi padre, este pueblo<br />
sirvió como escena para la historia de amor de mis padres, en el año de 1973.<br />
Al transportarme ―en el túnel del tiempo, al año de 1973, decido visitar la ig<strong>le</strong>sia a la<br />
cual mis padres asistían. La primera Ig<strong>le</strong>sia Bautista estaba ubicada en la esquina de<br />
<strong>las</strong> cal<strong>le</strong>s Map<strong>le</strong> y Ridgeway, y estaba compuesta por una mezcla de la antigua<br />
tradición y jóvenes de la nueva generación, un grupo de presuntuosos revoltosos<br />
denominados ―la gente de Jesús‖ de los cua<strong>le</strong>s forman parte mis padres. Encuentro<br />
un asiento en el café localizado en el sótano de una antigua casa al lado de la ig<strong>le</strong>sia<br />
―La roca‖ como la llamaban, estaba l<strong>le</strong>no de estudiantes de la escuela superior y un<br />
joven con pantalones ―vaqueros‖ y una camiseta desteñida estaba sentado en una<br />
silla cantando y tocando la guitarra. Ese joven es mi padre.<br />
Su cabello es largo y revuelto. No puedo dejar de sonreír al ver lo flaco que está. Y<br />
por supuesto tenía su bigote. ―hay cosas que nunca cambian‖, pensé.<br />
La canción que entona es simp<strong>le</strong> pero apasionada.<br />
En el futuro <strong>le</strong> pondrá como título ―tres acorde y la verdad‖. Ya había escuchado<br />
esta canción antes pero era un hombre mayor el que la cantaba, por nostalgia, y<br />
haciendo frecuentes interrupciones para preguntar: ―¿Cómo dice la próxima línea?<br />
Pero al escucharla en labios de alguien de mi misma edad me llamaba la atención.<br />
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