joshua-harris-le-dije-adios-a-las-citas-amorosas
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Le <strong>dije</strong> adiós a <strong>las</strong> <strong>citas</strong> <strong>amorosas</strong><br />
pertenecen mutuamente. Pero si no está casado, no tienes ningún derecho sobre el<br />
cuerpo de esa persona y tampoco tienes ningún derecho a la intimidad sexual.<br />
Quizás estés de acuerdo con esto y planeas guardar la intimidad sexual para el<br />
matrimonio. Pero en tu opinión consideras que <strong>las</strong> ―actividades físicas‖ ta<strong>le</strong>s como los<br />
besos, <strong>las</strong> caricias prolongadas acompañadas del manoseo sexual no son la gran cosa.<br />
Pero es necesario que consideremos seriamente algunas preguntas. Si el cuerpo de<br />
otra persona no nos pertenece (o sea que no estamos casados), entonces ¿qué<br />
derecho tenemos de tratar a aquellos con quienes nos relacionamos de manera<br />
diferente a como lo haría una persona casada con alguien que no es tu cónyuge?<br />
- Pero – me dirías – eso es algo comp<strong>le</strong>tamente diferente.<br />
¿Crees que lo es? Nuestra cultura nos ha programado a pensar que la soltería nos<br />
permite una licencia para jugar neciamente con otras personas, para probar de ellos<br />
emocional y físicamente. Ya que no estamos casados con nadie en particular,<br />
podemos entonces hacer lo que queramos con cualquiera.<br />
Pero la perspectiva de Dios es comp<strong>le</strong>tamente diferente. Él ordena lo siguiente:<br />
―honra el matrimonio y protege lo sagrado de la intimidad sexual entre esposo y<br />
esposa‖ (Hebreos 13:4, traducción del traductor).<br />
Esta honra de lo sagrado de la sexualidad entre esposo y esposa comienzan ahora y<br />
no después de la boda. El respeto por la institución del matrimonio debe motivarnos<br />
a protegerlo a toda violación y debe comenzar cuando somos solteros. Esto lo<br />
podemos lograr al reconocer el profundo significado de la intimidad sexual – a<br />
cualquier nivel – y rehusar robar para nuestro de<strong>le</strong>ite estos privi<strong>le</strong>gios antes del<br />
matrimonio.<br />
2. Estab<strong>le</strong>ce un código de comportamiento que sea muy alto.<br />
A principio de su ministerio, Billy Graham experimento una profunda preocupación<br />
por la desconfianza que el público tenía de los evangelistas ¿Cómo predicar<strong>le</strong> la<br />
Palabra a gente que creía que él era un farsante? Al meditar sobre esta pregunta, se<br />
dio cuenta de que la mayoría de <strong>las</strong> personas que desconfiaban de los evangelistas lo<br />
hacían por el simp<strong>le</strong> hecho de que estos hombres carecían de integridad,<br />
particularmente, en el área de la sexualidad. Para combatir esto, él y el círculo de<br />
hombres que lo rodeaban y administraban <strong>las</strong> cruzadas, evitaron todas <strong>las</strong> ocasiones<br />
que implicaban estar a so<strong>las</strong> con mujeres que no eran sus esposas. Consideren esto<br />
por un momento. ¡Qué gran inconveniente! ¿Estos hombres realmente temían caer<br />
en adulterio al encontrarse a so<strong>las</strong> con una mujer? ¿No estaban yendo demasiado<br />
<strong>le</strong>jos con este asunto? Pues permitamos que sea la historia la que nos provea la<br />
respuesta. En los últimos 50 años, ¿Qué otra cosa ha estremecido y desmoralizado<br />
tanto a la ig<strong>le</strong>sia como lo ha hecho la inmoralidad en los líderes cristianos? ¿Qué<br />
creyente puede mantener la cabeza en alto al mencionarse la conducta inmoral de<br />
muchos te<strong>le</strong>- evangelistas? Sin, embargo, aun los inconversos honran el nombre de<br />
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