Guía Didáctica - cobach
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Colegios de Bachilleres del Estado de la Región Sur-Sureste<br />
<strong>Guía</strong> <strong>Didáctica</strong> de Literatura II<br />
¡Todo es una apariencia: brilla, se alza, reluce y se abisma en las sombras para siempre!<br />
¡Eres un paradigma de la vida humana, Edipo sin ventura: cuando veo el fin de tu fortuna!<br />
¿cómo llamar podría alguno de los mortales?<br />
ANTIESTROFA 1: ¡Él que voló tan alto; él que dominó fortunas y riquezas; él que feliz<br />
se creyó…! ¡Sí, Zeus, él había acabado con la doncella mágica de curvas garras, él logró<br />
mantener nuestra ciudad como una fortaleza que desafía a la muerte!<br />
¡Edipo, yo te proclamo, yo te alabo y bendigo, tú nuestro rey has sido, y en esta Tebas<br />
augusta tienes la mayor fama!<br />
CORIFEO 2: ¡Y ahora, ¿quién más mísero, quién con mayor abrumadora carga de infortunios?<br />
¡En un punto de la cumbre de la dicha, precipitado al abismo de la infamia y<br />
el dolor!<br />
¡Edipo amado y grande…! ¡Posible fue: en el mismo tálamo entró el padre y el hijo por<br />
puerta de desdichas! ¡Un puerto fue para ambos el mismo regazo! ¡Y el seno de una<br />
madre por largo tiempo pudo tenerte a ti amor, habiendo de él salido!<br />
ANTIESTROFA 2: El tiempo todo mira y todo lo descubre. El solo abominar pudo una<br />
boda que no era boda, sino sacrilegio. En un mismo nudo estuvieron el padre y el hijo.<br />
El que recibió vida, en la misma mujer que se la había dado, sembró también la vida.<br />
¡Ay, ay, raza de Layo… nunca te conociera, nunca en tus ojos hubiera puesto los míos!<br />
¡Lamentos y ayes, gemidos y llanto…! ¡nada más, sino eso me queda!<br />
Decir lo justo debo; tú enalteciste mi cabeza, y tú también la abates hasta el polvo. Tú mis<br />
ojos ahora para la dicha cierras.<br />
EDIPO: ¡No a mi padre jamás matado hubiera, ni fuera para los hombres el desposado<br />
con quien le dio el ser!<br />
¿Qué soy ahora? ¡Un hombre sin los dioses, hijo de los impíos, el que engendró otros<br />
hijos, nacidos del mismo seno del que él había nacido!<br />
¡Y si algún mal existe, más antiguo y horrible que estos males, ese tiene que ser herencia<br />
de Edipo!<br />
CORIFEO: No sé cómo juzgar tu acción rectamente. Mejor fuera que hubieras muerto y<br />
no que vivas ciego.<br />
EDIPO: No me digas que estuvo mal hecho lo que hice y ya no trates de hacerme<br />
reflexiones. ¿Para qué eran mis ojos si al bajar al Hades, encontraba a mi padre y a la<br />
desdichada madre mía, podría ver acaso, con esos ojos, su propio semblante? ¿Yo con<br />
crímenes que exceden a aquellos que se pagan con la horca? ¿Eran acaso esos ojos para<br />
ver a los hijos que nacieron en esta forma execrable? ¡No, estos mis ojos ya no podrán<br />
ver nada de eso! ¡Yo mismo he hecho imposible esta vista, yo que fui el más excelente<br />
hombre de Tebas, cuando puse la ley de que todos echaran de sus hogares al malvado, al<br />
que los dioses declaraban infame, al que era hijo de Layo! ¿Podría ver a los ciudadanos<br />
con ojos inmutables, yo que con mis crímenes arrojé la peor mancha sobre ellos? ¡Nunca<br />
jamás!<br />
¡Ojalá que de igual modo hubiera yo podido tapiar mis oídos, fuente por donde fluyen<br />
los sonidos al alma! ¡De esta manera, ni oyera voces ni contemplara la luz…! ¡Dulce es<br />
para la mente vivir sin el contacto de los infortunios de afuera!<br />
¡Oh Citerón!, ¿por qué me acogiste?, ¿por qué si me recibiste, no me mataste al momento,<br />
para que nunca jamás revelara a los hombres de dónde había yo procedido?<br />
Sófocles. Las siete tragedias. 19ª ed., México, Porrúa, 1991, (Colección “Sepan Cuantos…” núm. 14).<br />
http://www.ciudadseva.com/textos/teatro/sofocles/ediporey.htm