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El Arte de bendecir. Para vivir espiritualmente la vida cotidiana

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128 EL ARTE DE BENDECIR<br />

al extranjero, don<strong>de</strong> <strong>de</strong>spilfarra <strong>la</strong> totalidad <strong>de</strong> su herencia<br />

en una <strong>vida</strong> fácil y <strong>de</strong> <strong>de</strong>senfreno. Reducido a <strong>la</strong> más extrema<br />

miseria (hasta el punto <strong>de</strong> envidiar el alimento <strong>de</strong> los<br />

cerdos que cuidaba), se arrepiente y <strong>de</strong>ci<strong>de</strong> volver a casa<br />

para pedirle a su padre una p<strong>la</strong>za <strong>de</strong> jornalero en <strong>la</strong> finca<br />

familiar.<br />

Su padre no había aceptado en absoluto su partida y<br />

aguardaba su retorno. Al verlo llegar a lo lejos, corre hacia<br />

su hijo y lo abraza. (Algunos exegetas bíblicos no han<br />

comentado el alcance extraordinario <strong>de</strong> que el padre se precipite<br />

hacia el hijo, cosa que estaba en contradicción total<br />

con <strong>la</strong> cultura semítica, en <strong>la</strong> que un padre normalmente<br />

consi<strong>de</strong>raría ese comportamiento como indigno <strong>de</strong> su<br />

papel <strong>de</strong> padre).<br />

Después <strong>de</strong> que el hijo pródigo se con<strong>de</strong>na y critica a sí<br />

mismo («He pecado contra el cielo y contra ti, ya no<br />

merezco l<strong>la</strong>marme hijo tuyo») -cada uno <strong>de</strong> nosotros<br />

pue<strong>de</strong> sustituir estas pa<strong>la</strong>bras por sus propias pa<strong>la</strong>bras <strong>de</strong><br />

auto-f<strong>la</strong>ge<strong>la</strong>ción-, el padre le da un inmenso abrazo, le<br />

pone un anillo en el <strong>de</strong>do (el anillo es el símbolo <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />

unión recobrada), sustituye su ropa sucia y <strong>de</strong>sgarrada por<br />

un vestido b<strong>la</strong>nco, (símbolo <strong>de</strong>l perdón incondicional y <strong>de</strong><br />

<strong>la</strong> inocencia) y manda organizar un banquete en su honor.<br />

Esta parábo<strong>la</strong> es un símbolo elocuente <strong>de</strong>l camino espiritual<br />

<strong>de</strong> todos nosotros y <strong>de</strong> <strong>la</strong> andadura que todos hacemos<br />

hora tras hora: a veces nos vemos como poseídos por<br />

un activismo humano <strong>de</strong>senfrenado, hasta el punto <strong>de</strong><br />

hacernos per<strong>de</strong>r nuestras raíces espirituales; y poco <strong>de</strong>spués<br />

nos «<strong>de</strong>spertamos» <strong>espiritualmente</strong> y volvemos a<br />

encontrarnos unidos a nuestra Fuente interior.<br />

Lo realmente extraordinario <strong>de</strong> este re<strong>la</strong>to es que el<br />

padre no pronuncia ni una so<strong>la</strong> pa<strong>la</strong>bra <strong>de</strong> reproche a quien<br />

viene <strong>de</strong> <strong>de</strong>spilfarrar toda su herencia viviendo como un<br />

<strong>de</strong>salmado. Al hijo pródigo no le hace <strong>la</strong> menor alusión a<br />

lo que ha pasado («¡ya era hora..., por fin has asentado <strong>la</strong><br />

SOBRE TODO, NO OLVIDES LA POSDATA 129<br />

cabeza¿», o «¡por esta vez te perdono...!»; cada cual pue<strong>de</strong><br />

inventar su propia versión <strong>de</strong> los reproches que tantas<br />

veces escuchó en su infancia... ¡y quizá también <strong>de</strong>spués!).<br />

Porque constata un arrepentimiento sincero en el hijo (que<br />

se ha dado cuenta <strong>de</strong> que ha pecado, no contra su padre,<br />

sino contra su propia felicidad, contra <strong>la</strong> verda<strong>de</strong>ra alegría<br />

que fluye <strong>de</strong> una <strong>vida</strong> en presencia <strong>de</strong>l amor), su perdón<br />

es incondicional, sin <strong>la</strong> más mínima <strong>de</strong>manda <strong>de</strong><br />

expiación («Durante tres semanas limpiarás <strong>la</strong>s cuadras y<br />

darás <strong>de</strong> comer a los cerdos»), sin el menor castigo. ¡Incluso<br />

organiza un gran festín para celebrar su regreso!<br />

<strong>El</strong> pensamiento religioso contable -el que lleva un<br />

grueso libro <strong>de</strong> contabilidad, con sus entradas y salidas,<br />

con sus créditos y <strong>de</strong>udas-, al basarse en un amor condicional,<br />

en <strong>la</strong> retribución, se siente profundamente herido<br />

por esta actitud. <strong>El</strong> amor gratuito, incondicional, no sólo le<br />

resulta incomprensible, sino que le escandaliza. En <strong>la</strong><br />

parábo<strong>la</strong>, ese pensamiento está representado por el hijo<br />

mayor, que echa en cara a su padre el no haber podido<br />

nunca organizar una fiesta para sus amigos, a pesar <strong>de</strong> sus<br />

muchos años <strong>de</strong> buena conducta, mientras que el hermano<br />

menor, que se ha gastado toda su fortuna con <strong>la</strong>s prostitutas,<br />

¡es tratado como un príncipe! ¡Adon<strong>de</strong> vamos a parar<br />

con tanta manga ancha...! Este pensamiento contable todavía<br />

está muy difundido entre muchos. Es <strong>la</strong> expresión <strong>de</strong><br />

unas personas que, en su nivel profundo, no se aceptan y,<br />

por tanto, no se aman ni se perdonan a sí mismas. ¿Cómo<br />

podrán, entonces, perdonar a los <strong>de</strong>más?<br />

Te sugiero ahora que hagas un segundo ejercicio: un<br />

ejercicio <strong>de</strong> visualización creativa que consiste en re<strong>vivir</strong><br />

esta parábo<strong>la</strong> poniéndote a ti mismo en el lugar <strong>de</strong>l hijo<br />

menor.<br />

Constata cómo todos los errores y todos los males que<br />

cometes son errores y males contra ti mismo, contra tu felicidad<br />

y tu plenitud, ya que, a <strong>la</strong>rgo p<strong>la</strong>zo, <strong>la</strong> única manera

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