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El Arte de bendecir. Para vivir espiritualmente la vida cotidiana

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62 EL ARTE DE BENDECIR<br />

Así, <strong>la</strong> sunna islámica <strong>de</strong>c<strong>la</strong>ra: «Nadie es creyente si no<br />

<strong>de</strong>sea para su hermano lo que <strong>de</strong>sea para sí mismo» {Sunna<br />

quiere <strong>de</strong>cir «Tradición»).<br />

En el brahmanismo, <strong>la</strong> versión ortodoxa <strong>de</strong>l hinduismo,<br />

se dice: «Esto es <strong>la</strong> síntesis <strong>de</strong>l <strong>de</strong>ber: No hagas a los<br />

<strong>de</strong>más lo que a ti te dañaría» (Mahabbarata, 5, 1.527).<br />

<strong>El</strong> judaismo, por su parte, <strong>de</strong>c<strong>la</strong>ra: «Lo que para ti<br />

sea <strong>de</strong>testable no se lo hagas a tu vecino. En eso consiste<br />

toda <strong>la</strong> Ley. <strong>El</strong> resto sólo es su comentario» (Talmud,<br />

«Sabbat», 31a).<br />

<strong>El</strong> budismo expresa esta reg<strong>la</strong> <strong>de</strong> <strong>la</strong> manera siguiente:<br />

«No hagas a los <strong>de</strong>más nada que a ti te haría mal» (Udana-<br />

Varga, 5, 18).<br />

En el taoísmo se encuentra este consejo: «Sábete que tu<br />

vecino gana lo que tú ganes y pier<strong>de</strong> lo que tú pierdas»<br />

(T'ai Shan Kan Ying Pien).<br />

Finalmente, el zoroastrismo (religión <strong>de</strong> Persia y <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />

India) enseña: «Naturaleza buena es <strong>la</strong> que se prohibe a sí<br />

misma hacer a los <strong>de</strong>más lo que no sería bueno para el<strong>la</strong>»<br />

(Dadistan-i-dinik, 94,5).<br />

<strong>El</strong> alcance <strong>de</strong> esta reg<strong>la</strong> va todavía infinitamente más<br />

lejos cuando se aplica no sólo a nuestro comportamiento,<br />

sino también a nuestro pensamiento, ya que el pensamiento<br />

es el origen <strong>de</strong> todas <strong>la</strong>s pa<strong>la</strong>bras y <strong>de</strong> todos los comportamiento:<br />

¡pensad <strong>de</strong> los <strong>de</strong>más como os gustaría que<br />

ellos pensaran <strong>de</strong> vosotros! No pue<strong>de</strong> haber disciplina espiritual<br />

más exigente y más estimu<strong>la</strong>nte que ésta, y cuyo<br />

aprendizaje requiera más esfuerzos y más perseverancia.<br />

Ben<strong>de</strong>cir y amar a los que nos agre<strong>de</strong>n <strong>de</strong> cualquier<br />

forma, <strong>de</strong> pa<strong>la</strong>bra o <strong>de</strong> obra, constituye una armadura impenetrable<br />

que impi<strong>de</strong> que <strong>la</strong>s flechas que nos buscan nos<br />

hieran interiormente, aunque nos alcancen físicamente.<br />

Pues a partir <strong>de</strong>l instante en que nos ceñimos <strong>de</strong>l amor que<br />

esas bendiciones expresan, ya no estamos a merced <strong>de</strong> <strong>la</strong>s<br />

personas, <strong>de</strong> <strong>la</strong>s circunstancias, <strong>de</strong> <strong>la</strong>s fuerzas o <strong>de</strong> los<br />

LA REGLA DE ORO 63<br />

acontecimientos exteriores, porque el amor se convierte en<br />

nosotros en una fuerza indomable.<br />

Hace unos años, iba acompañando a Demba, un amigo<br />

y dirigente campesino africano, a <strong>la</strong> estación <strong>de</strong> Ginebra,<br />

<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> que hubiera pasado con nosotros unos días. Al<br />

llegar cerca <strong>de</strong> <strong>la</strong> estación, me fijé en un hombre a quien<br />

había visto tres semanas antes casi en aquel mismo sitio.<br />

Pocas veces en mi <strong>vida</strong> había visto yo un rostro tan <strong>de</strong>shecho,<br />

totalmente vacío, con unos ojos cuya mirada era realmente<br />

in<strong>de</strong>scriptible. Cuando le vi por primera vez, unos<br />

días antes, lo había ben<strong>de</strong>cido espontáneamente al pasar<br />

ante él. Esta segunda vez, yo llevaba dos maletas pesadas.<br />

Nuestras miradas se cruzaron durante unas fracciones <strong>de</strong><br />

segundo nada más. En el momento <strong>de</strong> cruzarnos, ante el<br />

asombro <strong>de</strong> Demba, que era espectador impotente <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />

escena, me dio un puñetazo en plena cara con tal violencia<br />

que caí fulminado en <strong>la</strong> acera. Empecé a sangrar abundantemente<br />

por <strong>la</strong> nariz. Aquel hombre se marchó corriendo.<br />

Instantáneamente, y sin pensarlo, empecé a ben<strong>de</strong>cirlo y<br />

animé al pobre Demba, que estaba hundido, a que hiciera<br />

lo mismo. Al cabo <strong>de</strong> dos o tres minutos, <strong>de</strong>jé <strong>de</strong> sangrar y<br />

acompañé a mi amigo al tren. Al volver a casa, me <strong>la</strong>vé <strong>la</strong><br />

cara. Cuando llegó mi mujer, un par <strong>de</strong> horas <strong>de</strong>spués,<br />

había <strong>de</strong>saparecido hasta <strong>la</strong> hinchazón <strong>de</strong>l <strong>la</strong>bio, que había<br />

sido muy pronunciada. <strong>El</strong><strong>la</strong> no se dio cuenta <strong>de</strong> nada.<br />

Si hubiera corrido tras aquel hombre, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sagradable<br />

altercado que ciertamente se hubiera producido,<br />

<strong>la</strong> adrenalina bombeada en <strong>la</strong> sangre por <strong>la</strong> cólera habría<br />

agravado <strong>la</strong> hemorragia. La calma total que experimenté,<br />

los pensamientos <strong>de</strong> compasión sincera para con él, hicieron<br />

posible una curación anormalmente rápida. La verda<strong>de</strong>ra<br />

víctima, en aquel<strong>la</strong> situación, era el hombre que había<br />

actuado con violencia, seguramente sin saber él mismo<br />

por qué había obrado <strong>de</strong> aquel modo.

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