Descargar pdf - Crónicas de la Emigración

abuela paterna de lo sucedido les avisó a mis padres, quienes
al día siguiente, el 4 de agosto, juntaron sus cosas con el
objetivo de huir hacia Córdoba. Fuimos a despedirnos de mis
abuelos y cuando estábamos saliendo de su casa, ubicada en
la calle Pasteur 670, un grupo de autos (los tristemente recordados
Falcon verdes) conducidos por hombres vestidos de
civil, interceptaron la camioneta y le ordenaron a mis padres
que bajaran; inmediatamente los introdujeron en dos autos
por separado mientras nosotras nos quedamos llorando en la
vereda. Mi mamá alcanzó a gritar desesperada a los vecinos
la dirección de mis abuelos paternos; después una persona,
que no sabemos quien es, nos llevó hasta la casa de ellos. Ese
mismo día restituyeron a mis abuelos a mi prima María
Celeste, que había estado detenida durante un día en la
Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA) cuando secuestraron
a sus padres”.
Elsa y Raimundo fueron llevados a la ESMA, el mayor
centro ilegal del detención del país, donde se encontraban
desde el día anterior Josefina y José Luis.
Susana Leiracha, ex-detenida desaparecida, que estuvo
secuestrada en la ESMA y coincidió en ese campo de concentración
con Elsa, relata a través de un testimonio cargado de
dolor los momentos de horror que vivieron juntas: “Cuando
me secuestraron, después de la tortura, varias horas después,
me llevaron por una escalera de mármol a un lugar que tenía
un olor muy especial, era un olor desagradable. Me depositaron
en una colchoneta con una capucha gris en cabeza y esposas
en las manos. Creo que me dormí a causa del cansancio,
el dolor y el terror que no cesaba. No sé cuanto tiempo después
me desperté, se escuchaban voces, eran personas comunes
que hablaban en voz alta. Presté más atención, no recuerdo
las palabras pero yo me encontraba secuestrada, y estaba
segura que el lugar no era una cárcel, era un instituto militar
o algo parecido. Las personas que hablaban eran hombres y
mujeres, intenté sentarme lentamente y levantar la capucha
para ver lo que estaba ocurriendo y alguien me lo impidió.
¿Quiénes eran esas personas que podían conversar en tono
doméstico mientras a mí me estaba prohibido? Simplemente
eran los secuestrados más antiguos que yo, en un turno de
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