Descargar pdf - Crónicas de la Emigración

nacida en Lima el 28 de junio de 1975. Estando Matilde en La
Habana se enteró de la situación de su hija y su nieta, que ella
nos cuenta de la siguiente manera: “El 2 de abril de 1976 fueron
apresadas por fuerzas de seguridad en la ciudad de Oruro,
Bolivia, mi hija Graciela Antonia Rutila Artés conjuntamente
con mi nieta Carla Graciela Rutila Artés. (…) Con posterioridad
son trasladadas a la ciudad de La Paz en donde separaron
a madre e hija. Graciela fue conducida a distintas dependencias
del Ministerio del Interior boliviano donde es torturada. (…)
Carlita es ingresada en el orfelinato de Villa Fátima donde permanece
con el nombre supuesto de Norah Nentala y con el
encargo de ser muy vigilada” En las sesiones de tortura a
Graciela, a veces buscaban a la niñita y “…la ponían desnudita,
asida de los pies, cabeza abajo y le azotaban las nalgas, con
el fin de doblegar a Graciela, quien sufrió reiteradas crisis emocionales
que la colocaron al borde mismo de la muerte”.
Finalmente Graciela y su hija Carlita fueron entregadas el 29
de agosto de 1976 a las 10:15 horas en la frontera de Villazón-
La Quiaca a las autoridades argentinas. Desde este momento
comenzó la búsqueda de Matilde. Gracias a los trámites que realizó
Cruz Roja Internacional, se supo que Graciela había solicitado
por carta que su hija Carla fuera entregada a su familia en
Argentina, es decir, a su tía Rosa. Desde esta carta se perdió por
completo la pista. Tanto la madre como la hija habían desaparecido.
Un mes más tarde de que fueran entregadas a las autoridades
argentinas, el 17 de septiembre de 1976, el padre de Carla,
Enrique Joaquín Lucas López fue asesinado en la ciudad boliviana
de Cochabamba. El seguimiento de Graciela, quien solo
pudo ser madre durante unos meses, se pierde definitivamente
en el viejo taller de Buenos Aires llamado Automotores Orletti,
transformado en un centro clandestino de detención, en cuyos
sótanos vivían la muerte, el horror y el odio.
El destino de Carla, irónicamente por fortuna, fue distinto
al de su madre. Alfredo Rufo, uno de aquellos dirigentes de la
seguridad nacional se adueñó de ella. Él y su esposa Amanda
Cordero, le pusieron a Carla el nuevo nombre de Gina Rufo.
Y así vivió y creció hasta que el 25 de agosto de 1985 se reencontró
con la única persona que movió mares y montañas por
encontrarla, su abuela Matilde.
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