Descargar pdf - Crónicas de la Emigración

eran personas comprometidas con la realidad de entonces.
Ambos tenían una gran ilusión de que el mundo tendría que
cambiar. Con la llegada de su hija la pareja vive momentos de
gran felicidad a pesar de que el general Videla había dado el
golpe de estado el 24 de marzo. “Cuando Laura y Manolo,
como le decíamos, decidieron casarse él entró a trabajar
como operario en el astillero Río Santiago de la localidad de
Berisso, cerca de La Plata. Manolo militaba en una agrupación
política de izquierda que luchaba para defender los derechos
de los trabajadores navales y tenían contacto con organizaciones
de operarios de otros astilleros y de diferentes
empresas”, dice Julio Cedola, hermano de Laura. “En cuanto
a mi hermana, ella era una defensora de los derechos de los
jóvenes universitarios, trabajaba en los grupos de lectura con
otros estudiantes que querían leer e ilustrarse”.
Tras la boda, se mudan a La Plata a una casa que la llamaban
“casa de 30” porque estaba ubicada en la calle 30. Tiempo
después se van a vivir con ellos uno de los hermanos de Laura,
Jorge y su esposa Adriana, amiga de la infancia de Laura.
El recuerdo de esos años de juventud y sueños comunes
conmueven a Adriana, quien pese a su simpatía y buen humor,
siente que se le estruja el alma al revivir aquellos momentos.
“Era una casa antigua que tenía una huerta y a Manolo le
encantaba cultivarla y cocinar para todos. Además le gustaba
la fotografía, llevaba la cámara a todas partes y siempre estaba
tomando fotos de flores y de situaciones que a él le parecían
interesantes. Los fines de semana íbamos a la casa del
padre de Laura y Jorge en Palo Blanco, Berisso. La vivienda
estaba rodeada por un bosque, teníamos una canoa y compartíamos
momentos maravillosos en contacto con la naturaleza”.
Ciudad de la Plata era un lugar donde la represión fue muy
violenta y sanguinaria. El general Camps y el Capitán general
de la Policía de la Provincia Miguel Osvaldo Echecolat, famoso
por perpetrar la terrorífica “noche de los lápices”, organizaron
un plan siniestro de secuestros. Para esta política represiva
los represores contaban con una cantidad de campos de
concentración entre los que destacó “La Cacha”. La
Universidad de La Plata fue otro lugar donde los represores
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