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Descargar pdf - Crónicas de la Emigración

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tica hacia aquellos años recuerda que: “Permitían <strong>la</strong> militancia<br />

a niños que no sabían <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>rse ni entendían muchos<br />

conceptos <strong>de</strong> <strong>la</strong> vida real. ¿Cómo no se dieron cuenta <strong>de</strong> lo<br />

que pasaría si se producía una intervención militar? (…)<br />

Héctor siempre fue respetuoso con <strong>la</strong>s opiniones <strong>de</strong> sus hijas.<br />

Era partidario <strong>de</strong> lo que <strong>de</strong>finía como “el aprendizaje <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />

discusión”. La casa era como una pequeña universidad don<strong>de</strong><br />

siempre se hab<strong>la</strong>ba <strong>de</strong> temas importantes. A <strong>la</strong> hora <strong>de</strong> comer,<br />

sus hijas exponían sus opiniones, y él <strong>la</strong>s replicaba con calma<br />

y siempre con un profundo respeto. Las cuatro lo ido<strong>la</strong>traban”.<br />

Recuerda también haber tenido discusiones en torno a <strong>la</strong>s<br />

hijas, porque nadie quería que sufrieran persecuciones por sus<br />

militancias y acciones políticas.<br />

Las cuatro hijas estudiaron en un colegio inglés, recibieron<br />

una educación muy bien avenida. Su sentir político y personal<br />

les cambió <strong>la</strong> vida por completo.<br />

El sábado 19 <strong>de</strong> junio <strong>de</strong> 1976, apenas tres meses <strong>de</strong>spués<br />

<strong>de</strong>l golpe, se encontró con su hija Beatriz, que ya contaba con<br />

20 años, en una confitería <strong>de</strong> <strong>la</strong> capital. Madre e hija intentaban<br />

mantener encuentros semanales en lugares públicos.<br />

Estuvieron dos horas juntas. Beatriz dijo a su madre que quería<br />

ingresar en <strong>la</strong> facultad <strong>de</strong> Medicina. Su <strong>de</strong>seo era trabajar<br />

en el interior <strong>de</strong>l país ayudando a los más <strong>de</strong>sfavorecidos.<br />

Dos días <strong>de</strong>spués, un muchacho se le acercó cuando estaba<br />

a punto <strong>de</strong> abordar el tren <strong>de</strong> cercanías que <strong>la</strong> tras<strong>la</strong>daba a su trabajo<br />

y le dijo que Beatriz no había regresado a su casa <strong>la</strong> noche<br />

<strong>de</strong> su encuentro ni había acudido a una reunión política. Ante <strong>la</strong><br />

gravedad <strong>de</strong>l suceso, Elsa contactó con militares, jueces, religiosos<br />

y amigos <strong>de</strong> los estratos más altos <strong>de</strong> <strong>la</strong> sociedad.<br />

Presentó un hábeas corpus, visitó varios centros <strong>de</strong>l ejército y<br />

comisarías <strong>de</strong> policía. Pero todo el mundo le dio <strong>la</strong> espalda.<br />

Incluso un sobrino y sacerdote po<strong>de</strong>roso, Jorge Oesterheld, hoy<br />

portavoz <strong>de</strong> <strong>la</strong> Conferencia Episcopal Argentina, prefirió "mirar<br />

hacia otro <strong>la</strong>do". Elsa fue consciente también <strong>de</strong> que se había<br />

convertido en un "peligro" para sus hijas. Todos sus movimientos<br />

eran vigi<strong>la</strong>dos para llegar a el<strong>la</strong>s y a su marido.<br />

Hoy se atreve a <strong>de</strong>cir: “Odio <strong>la</strong> hipocresía <strong>de</strong> <strong>la</strong> c<strong>la</strong>se<br />

media argentina a <strong>la</strong> que pertenezco. Fue cómplice intelectual<br />

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