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abr.-jun. 1968 - Publicaciones Periódicas del Uruguay

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Criada. El carácter deviene tipo; la realidad,<br />

abstracción. Como en la leyenda de aquel fabuloso<br />

rey que convertía en oro cuanto tocaba,<br />

también Marsé, cuando ejercita su sentido falsamente<br />

crítico de la realidad, a menudo convierte<br />

en pedestre vulgaridad todos los maravillosos<br />

hallazgos de su penetrante instinto na"<br />

rrativo.(G) Esta peculiaridad de su talento se<br />

manifiesta, con entera claridad, ya desde el c;¡­<br />

pítulo inicial. Toda la historia relativa al modo<br />

en que el Pijoaparte se introduce en una verbena<br />

privada y, finalmente, en la soledad de una<br />

aristocrática villa, llega a poseer a Maruja, resulta<br />

de una chocante inverosimilitud. Toda esta<br />

historia corresponde al mundo rocambolesco, ingenuamente<br />

fantasioso <strong>del</strong> folletin decimonónico.<br />

Esta historia ejerce sin embargo sobre el<br />

lector una innegable fascinación, y ésta, a su<br />

vez, reside en el lenguaje, en su misterioso poder<br />

de transfiguración y en su capacidad de<br />

dotar a los hechos lógicamente más inverosímiles<br />

de una elocuencia y una verdad tan persuasivas<br />

como las de la '!1ás obvia realidad.m<br />

En cuanto a Manolo, el Pijoaparte, ya desde<br />

el capítulo inicial su figura cobra una persuasiva<br />

intensidad. Pero como el Anteo de la fábula,<br />

al ser sustraído a Su ámbito natural de<br />

acción -el Monte Carmelo, la compañía de Maruja-,<br />

su figura se vacía de contenido. Deja<br />

de ser un carácter para retornar al esquema,<br />

pierde el soporte <strong>del</strong> instinto narrativo de Marsé<br />

para convertirse en victima de su estragada razón.<br />

Esto se agrava cuando la figura de Manolo<br />

es contrastada con la de Teresa. En un afán<br />

de befar al izquierdismo universitario, Marsé<br />

falsea su carácter, lo dota de una exquisita sensibilidad,<br />

de una inmarcesible belleza, de un<br />

magnético poder de seducción. En suma, aspirando<br />

a la mitología, Marsé no sobrepasa con<br />

el Pijoaparte la inocuidad de un aparatoso fantoche.<br />

(8) Otro tanto ocurre con Teresa. El punto<br />

central de su crítica no es desacertado. Puede<br />

que la izquierda universitaria española adolezca<br />

-parcialmente- de las limitaciones que Marsé<br />

le atribuye: propensión al snobismo, inhibiciones<br />

sexuales, tendencia a idealizar el proletariado y<br />

la Revolución, etc. Hay en todo esto una porción<br />

-incluso tal vez una considerable porciónde<br />

verdad. Pero establecer una generalización<br />

a partir de estos rasgos, privativos, a lo más, de<br />

algunos sectores de estudiantes, pretender definir<br />

el todo por una de las partes, implica una<br />

alienación similar a la denunciada: significa<br />

traicionar la diversidad humana y social en beneficio<br />

de una concepción prejuiciada de la realidad.(Vi<br />

En la página 20, ya próximo el desenlace de<br />

la absurda situación creada parla intromisión<br />

<strong>del</strong> Pijoaparte en una verbena privada, al pretender<br />

explicar éste el porqué de su presencia<br />

en el lugar, Marsé escribe <strong>del</strong> Pijoaparte que<br />

procuraba escoger pal<strong>abr</strong>as cuyo significado no<br />

conocía muy bien, "se diría incluso que con esa<br />

fe inquebrantable y conmovedora de algunos<br />

analfabetos en las virtudes redentoras <strong>del</strong>a cultura".<br />

Pero esta calificación de Manolo, caracterizado<br />

como encarnación mítíca <strong>del</strong> Monte<br />

Carmelo -puro instinto desprovisto de todo<br />

atisbo de conciencia-, contrasta <strong>abr</strong>uptamente<br />

con las reflexiones que Marsé atribuirá a su<br />

personaje a propósito de los disturbios estudiantiles<br />

y la conducta de Teresa. Véanse algunas<br />

de ellas: "Le parecía también que la hermosa<br />

rubia alardeaba de un extraño desprecio<br />

para consigo misma y para el obligado ejercicio<br />

de su poder" (pág. 80). "Para él, los estudiantes<br />

eran unos domésticos animales de lujo que con<br />

sus manifestaciones demostraban ser unos perfectos<br />

imbéciles y unos desagradecidos; a los<br />

follones que organizaban en la calle, aunque<br />

él presentía que podían tener motivaciones po­<br />

Iíticas, nunca les había concedido más valor -y<br />

deSde luego mucha menos importancia- que<br />

a las gamberradas que hacían con las modistillas<br />

el día de Santa Lucía" (pág. 82), etc.<br />

Como es fácil observar, hay una evidente animadversión<br />

de Marsé hacia los estudiantes, rencor<br />

que escasamente está velado -en el presente<br />

caso- por la atribución de estas reflexiones<br />

a Manolo. Al escribirlas, Marsé está cometiendo<br />

simultáneamente una doble traición:<br />

traicionando la coherencia de su personaje y a<br />

la vez la verdad estética de su novela. Aquí<br />

se hace nuevamente visible la más grave y amenazadora<br />

de sus limitaciones: su congénita, incurable<br />

propensión a extraer leyes generales de<br />

casos particulares, a disolver la diversidad de la<br />

realidad en caprichosas abstracciones que de<br />

ningún modo esclarecen su sentido. Hay en<br />

todo esto, obviamente, un matiz de resolución<br />

presuntamente anti-intelectual, y a la vez, una<br />

burda intelectualización de la realidad. Marsé<br />

idealiza al proletariado, unilateral iza la realidad<br />

al pretender convertir a aquel en factor exclu-<br />

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