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abr.-jun. 1968 - Publicaciones Periódicas del Uruguay

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• NARRATIVA<br />

COLOMBIA, UNA<br />

REBELDIA<br />

INTEGRADA<br />

las dificultades más notorias por trascender el pequeño<br />

marco de iniciados en la cultura:' tacán la<br />

misma raíz <strong>del</strong> estallido literario colombiano y la<br />

formulación de las nuevas generaciones latinoamericanas<br />

de escritores de la que participa activamente<br />

Colombia. La problemática es la misma que<br />

en el resto <strong>del</strong> continente, tal vez con la excepción<br />

de Argentina, Méjico y Cuba: uno o dos autores<br />

se han proyectado internacionalmente, granjeándose<br />

la fama fuera de fronteras, y una generación<br />

joven intenta internamente renovar las letras<br />

a nivel nacional. En la prosa narrativa el proceso<br />

es muy claro y tiene en Colombia corrientes<br />

muy nítidas. En poesía, como ocurre siempre, las<br />

tendencias están menos enfrentadas y en Colorilbia<br />

con más razón: hay muchos buenos poetas y<br />

los jóvenes son los primeros en reconocerlo y respetarlos.<br />

LA ACRE REALIDAD MITIFICADA<br />

INTRODUCCION y SELECCION<br />

DE FERNANDO AINSA<br />

Hay un personaje de la famosa novela colombiana<br />

"Manuela", Don Demóstenes, que se lamenta<br />

ante sus tierras sin cultivar de La Esmeralda que<br />

"aquí en Bogotá hay diez imprentas, mientras que<br />

no hay una sola máquina de trillar en todo el cantón<br />

ni en parte alguna de la sabana". Su queja,<br />

apenas disimulado el orgullo con que la formuló<br />

en 1889 el novelista Eugenio Díaz, sigue teniendo<br />

vigencia hoy en día, pese al tiempo transcurrido.<br />

Ante los suplementos literarios de las ediciones<br />

dominicales de la prensa bogotana -especialmente<br />

"El tiempo", "El siglo" y "El espectador"- y de<br />

provincias _"El occidente", "El colombiano", etc.­<br />

pudo alguno de los escritores colombianos que conocí<br />

repetir esa misma frase. Sin embargo, ya no<br />

bastaba aquel orgullo. Sabían que no bastan las<br />

buenas revistas como "Razón y Fábula" y "Eco",<br />

las inquietudes de "Nova" o el jocundo caos de<br />

"Letras Nacionales", como tampoco bastan los intentos<br />

editoriales aislados de "Testimonio" y "Tercer<br />

Mundo" en Bogotá y "Papel sobrante" en Me<strong>del</strong>lín.<br />

Los problemas enfrentados van más allá de<br />

la simple incomunicación geográfica <strong>del</strong> país o de<br />

La tradición <strong>del</strong> inconformismo colombiano se<br />

asentó en 1910. La llamada "generación <strong>del</strong> Ceno<br />

tenario" reaccionó contra la literatura que pintaba<br />

una Colombia patriarcal y de vida idílica, iniciando<br />

un proceso (que no ha cesado) de fuerte tensión<br />

<strong>del</strong> literato -poeta o novelista- con la realidad<br />

circundante. Netamente combativa <strong>del</strong> "statu qua",<br />

aquella generación canalizó su inconformismo por<br />

una doble vía: por un lado el desgarramiento de<br />

la protesta social y testimonial y, por el otro, hacia<br />

una sutil ironía burlesca, no exenta de cinismo<br />

en algún caso. Pero si había una importante tra·<br />

dición, incorporada en el caso de LA VORAGINE<br />

de José Eustasio Rivera a los clásicos de latino·<br />

américa, esa íntima tensión <strong>del</strong> escritor con la<br />

realidad había ido derivando hacia un esquema·<br />

tismo hecho de notas antagónicas, según el autor,<br />

pero repetido y acuñado en clichés. Así se cultivaba<br />

en Colombia un realismo crudo, violento, apenas<br />

documental, de estilo desmañado y lineal que<br />

se entendía (y pretendía) como verista y comprometido,<br />

mientras que en el extremo opuesto otros<br />

autores iban anquilosándose en un esteticismo académico.<br />

g~neralmente retórico, más preocupado por<br />

"el buen decir", ajustado a las reglas de la lengua<br />

castellana, que por el contenido. En el caso<br />

de Colombia, esta última tendencia había llegado<br />

a ser importante y toda la generación nu,va de<br />

escritores ha enfrentado, unánimemente, el calificatvio<br />

de "escribir mal" en la medida en que se<br />

ha preocupado más por el lenguaje que por la<br />

lengua o más por la estructura novelesca que por la<br />

síntaxis académica. No en vano Bogotá ostentó orgullosa<br />

el más absurdo que cursi privilegio de haber<br />

sido bautizada la "Atenas de América". Sin<br />

embargo. la brecha está abierta y no sólo por el<br />

triunfo int,rnacional de G<strong>abr</strong>iel García Marquez o<br />

por el reconocimiento de la obra de Alvaro Cepeda<br />

Samudio. Internam:'nte, cuentistas y novelistas<br />

mantienen una actividad esencialmente actualizadora<br />

y varias notas características ya pueden ser<br />

señaladas.<br />

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