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abr.-jun. 1968 - Publicaciones Periódicas del Uruguay

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tocada por el mila¡¡¡roso poder <strong>del</strong> dinero, puede<br />

ocasionalmente imponerla sus propias pautas,<br />

en desmedro de una. conciencia desorientada y<br />

disgregada. No puede ser casual que toda la<br />

violencia de Marsé -la violencia producto de<br />

la <strong>del</strong>iberación- se concentre sobre Teresa (y<br />

sobre Luis Trías de Giralt, como se verá más<br />

a<strong>del</strong>ante), quien, al asumirse -o al intentar<br />

asumirse, por lo menos- revolucionariamente,<br />

de algún modo está negando la inhumanidad,<br />

la cerrazón, los prejuicios y la hipocresía de su<br />

propia clase. Repárese, por lo demás, en que<br />

Marsé no ataca lo que en Teresa puede haber<br />

(mucho o poco, eso no interesa), de resabios de<br />

una vida anterior, sino toda su persona. Niega,<br />

en una pal<strong>abr</strong>a, toda posibilidad de desalienación<br />

para los enclaustrados en la clase de Teresa.<br />

Esta imposibilidad de asumir desde una<br />

clase la reivindicación de los derechos de otra<br />

clase es, naturalmente, falsa, implica un esquematismo<br />

indefendible. Pero -indirectamente-<br />

corrobora algo ya señalado: el deseo insconciente<br />

de Marsé de preservar la pureza de<br />

ese mundo de la burguesía cuya frivolidad ·10<br />

fascina. Teresa ha traicionado ese mundo: debe<br />

pagar por la traición.<br />

En cuanto a Luis Trías de Giralt, es no sólo<br />

un "bluff" como dirigente de la izquierda universitaria.<br />

Es además nieto de piratas <strong>del</strong> Mediterráneo<br />

(aunque en ningún momento se haga<br />

explícito el sentido de esta equívoca alusión);<br />

hijo de un comerciante que hizo millones lucrando<br />

con la miseria de los años de la postguerra¡<br />

está "políticamente conectado"¡ es un<br />

señorito que fuma cigarrillos rusos¡ sus discursos<br />

-sus famosas y populares consignas-, no<br />

revelan más que su absoluta ignorancia acerca<br />

de cuanto lo rodea¡ su ostentoso "desprejuiciamiento"<br />

por lo que hace a la vida sexual, no es<br />

más que la engañosa cobertura de una secreta<br />

propensión a la homosexualidad -como lo prueba<br />

su amistad con un "chulito <strong>del</strong> barrio chino",<br />

quien cariñosamente lo ha apodado Isabelita<br />

y cuyas pal<strong>abr</strong>as lo llenan de un turbador<br />

desconcierto-, etc. Por otra parte, cuando fuma<br />

no traga el humo -ergo, no es lo que se dice<br />

un hombre-, y así sucesivamente. Difícilmente<br />

se encontrará en toda la narrativa española de<br />

la postguerra personaje más irrisorio, burgués,<br />

hipócita y repugnante que este arquetípico Luis<br />

Trías-de Giralt.<br />

Repárece ahora en lo siguiente: Luis es un<br />

dirigents universitario marxista. La novela es<br />

publicada en un momento de recrudecimiento<br />

de la agitación en las universidades españolas.<br />

Es natural que su oportunísima aparición fuera<br />

saludada con bombos y platillos por toda la<br />

prensa reaccionaria. Marsé no puede resultar<br />

tan ingenuo como para ignorar la incidencia<br />

que su novela alcanzaría dentro <strong>del</strong> context.:><br />

poi ítico español. Por supuesto, quien poseyó el<br />

talento necesario como para escribir esta novela,<br />

dispone de recursos para idear numerosas<br />

justificaciones de su marxismo pragmático. Lo<br />

real, sin embargo, es que la novela no sólo no<br />

es marxista, sino que tampoco resulta neutra­<br />

Se alegará que hay en ella una concepción desmitificadora<br />

acerca de esto y aquello, pero en<br />

el actual contexto político español, la obra funciona<br />

de modo específico como impugnación<br />

de la agitación universitaria (que no es sino<br />

cosa de gamberros y señoritos). Si la intención<br />

de Marsé -en el caso de que lo fuera- fue<br />

impugnar globalmente el sistema, objetivamente<br />

su novela funciona como impugnación de<br />

quienes impugnan el sistema. Por lo demás, de<br />

buenas intenciones está empedrado el camino<br />

de los infiernos, como decía André Gide. (11)<br />

Hay capítulos que por sí mismos definen la<br />

naturaleza de la obra. Así por ejemplo aquel<br />

que se <strong>abr</strong>e con una ilustrativa cita de San<br />

Juan de la Cruz ("Para venir a poseerlo todo, I<br />

no quieras poseer algo en nada: I Para venir a<br />

serlo todo, I no quieras ser algo en nada"). Este<br />

capítulo encierra una ·solapada e intencionada<br />

parodia de la "Subida al Monte Carmelo" <strong>del</strong><br />

místico <strong>del</strong> Siglo de Oro. Todo lo que sigue, en<br />

efecto, contrastará <strong>abr</strong>uptamente con la experiencia<br />

<strong>del</strong> poeta. Si a!l í San Juan encontró la<br />

paz, la tranquilidad <strong>del</strong> espíritu, y a través de<br />

ésta, finalmente, a Dios, Marsé encontrará, en<br />

su propia subida, no la tentación de evadir la<br />

realidad, sino la compulsividad de su miseria<br />

y su estrechez, el poder disolvente con que una<br />

realidad miserable pulveriza sueños y esperanza,<br />

y reduce el hombre a una triste condición<br />

de resignación y desencanto. El contraste no<br />

es casual. Hay en Marsé -toda la obra lo revela-<br />

una ambiciosa aspíración de realizar la<br />

novela en grandes símbolos. El Pijoaparte, Ten:­<br />

sa, el Monte Carmelo, son -como ya se ha<br />

visto- algunos de ellos. Hay, por supuesto, muchos<br />

más. Hay la <strong>del</strong>ibarada intención de cons-<br />

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