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Maternidad y Salud: Ciencia, Conciencia y Experiencia

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Parir dos veces<br />

La importancia de nacer, criar y vivir. Eva y Carlos, mamá y papá de Carlota<br />

y Diego Gurpegui Magaña. Nos dimos cuenta de la coincidencia cuando el<br />

médico me preguntó el primer día de mi última regla: nuestros dos hijos<br />

venían del mismo día del mismo mes de dos años tarde.<br />

Carlota nació un cinco de abril de 2005, en un parto programado en la<br />

semana 40, no de un día cualquiera, sino de un martes, el día de la semana<br />

que al ginecólogo le venía bien porque “le tocaba hospital”. Se trataba de<br />

una clínica privada de Zaragoza.<br />

Diego vino al mundo un dieciocho de abril de 2007, el día para el que<br />

yo había firmado un consentimiento de cesárea programada. Sólo que finalmente<br />

mi hijo eligió precisamente ese día porque le dio la gana, en un parto<br />

natural, y contra todo pronóstico, pues pesó al nacer cuatro kilos trescientos<br />

cincuenta gramos y todo apuntaba olvidarme de parir y dejarme intervenir<br />

quirúrgicamente.<br />

E ahí la cuestión: una mujer grande como yo, de metro setenta y con<br />

buenas caderas, que ya había tenido un parto vaginal anterior (luego el<br />

camino ya estaba hecho) instada por el ginecólogo de un hospital público de<br />

Alzira en Valencia a prevenir complicaciones renunciando a un parto natural<br />

en beneficio de mi propio bebé, que “podría nacer con complicaciones y<br />

consecuencias graves de por vida”.<br />

Madre, padre e hija nos habíamos ido de propio desde Zaragoza a<br />

Valencia, porque yo quería asegurarme un parto natural y poder vivirlo a<br />

tope (y no a expensas del buen o mal día que el equipo médico tuviera,<br />

como me pasó en mi primer parto). Estimulación en las últimas revisiones<br />

semanales para empezar a dilatar, parto programado con TI (todo incluido)<br />

oxitocina artificial, goteros y vías, enema, rotura de la bolsa provocada, episiotomía,<br />

y una epidural que una vez aplicada se esbafa, pues el aparato que<br />

debería seguir dosificándola no funciona desde el principio, transcurriendo<br />

más de una hora hasta que los médicos lo arreglan, por lo que desaparece el<br />

efecto de la anestesia y el dolor que me provoca la oxitocina artificial no me<br />

da respiro. Al final, el anestesista reaparece a gritos, justo antes de bajarme<br />

a paritorio para los pujos. Monitorizada sin poder moverme ni comer ni<br />

beber nada durante más de doce horas y con un señor gritando a los pies de<br />

mi cama. La verdad, un despropósito.<br />

Volviendo a mi segundo parto, afortunadamente, contrasté la opinión<br />

con los doctores Pere Enguix y Enrique Lebrero en Beniarbeig, Alicante,<br />

fundadores de la clínica privada Acuario, tristemente cerrada en el 2012 a<br />

causa de la crisis. Animados por el quipo médico a seguir adelante y confiar<br />

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