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El Mundial del 62<br />
Sergio Mardones Labra<br />
Días antes de que empezara el Mundial del 62 mi<br />
papá me llevó al estadio Braden y me enseñó mi<br />
asiento numerado. “Vamos por Millán hasta que llegamos<br />
al estadio. Entras a la galería Rengo y buscas<br />
el número 960, que está en la quinta fila de asientos,<br />
al lado derecho del marcador”. Era una indicación<br />
fácil y, de hecho, al momento de ingresar al partido<br />
inaugural no me costó nada dar con la ubicación.<br />
Me pareció que los demás murmuraban llenos de<br />
admiración: “Mira, la edad que tiene ese niño y ya<br />
sabe llegar solo al estadio”. Lo intuía en ciertos gestos<br />
del público, pero ahora pienso que pesaba más<br />
mi fantasía.<br />
En Rancagua jugaban Argentina y Bulgaria. A los<br />
3 minutos Argentina metió un gol en el arco sur, el<br />
único que hubo en el partido, un disparo cruzado,<br />
y una pila de argentinos se puso a celebrar en las<br />
tribunas; no recuerdo nada más. A esa misma hora<br />
Chile debutaba en Santiago con Suiza y los pocos<br />
espectadores del estadio Braden estaban más preocupados<br />
de lo que sucedía en el Estadio Nacional<br />
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