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cual pusieron una silla; en ella se paró Mario y yo<br />
debí escalar por su espalda para alcanzar el enigmático<br />
acceso a este mundo oscuro y lleno de cajas.<br />
No pude ver mucho pues sentía miedo de estar<br />
ahí. Solo atiné a tomar dos cajas pequeñas que estaban<br />
en la orilla y que eran muy pesadas para mí.<br />
Las empujé y se las pasé a mi hermano para que las<br />
bajara. Aún desde el entretecho, pude ver cómo el<br />
tío Jaime abría las cajas y, para sorpresa de todos,<br />
solo había antiguas revistas de fútbol. Algunas eran<br />
muy grandes y se llamaban Gol y Gol y otras que nunca<br />
había visto, pero de las que mi padre me había<br />
hablado más de una vez, las revistas Estadio.<br />
Esas revistas no parecieron interesarles mucho,<br />
pero a mí me alucinaron desde la primera vez. No sé<br />
si fue el color o el olor que emanaban de sus páginas.<br />
Las fotos de esas grandes leyendas como Leonel<br />
Sánchez, Carlos Campos, Jorge Toro, Misael Escuti,<br />
Ignacio Prieto, Carlos Caszely, Chamaco Valdés, y<br />
también de otros jugadores que nunca había visto.<br />
Las fotos increíbles de los goles con los fotógrafos<br />
dentro de la cancha, casi como unos delanteros<br />
más, empujando la pelota hacia dentro del arco.<br />
Desde aquel día me hice dueño de todas las revistas<br />
descubiertas, cual explorador de nuevos mundos<br />
tras encontrar un valioso tesoro. Las guardé<br />
conmigo todas las vacaciones, mientras la radio y<br />
los diarios informaban de las pretemporadas de los