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El Negro Irala<br />
José Luis Villegas Agüero<br />
Mi hermano Mario corría por toda la casa buscando<br />
una escalera y una linterna, mientras el tío Jaime<br />
me llamaba desde el segundo piso de la casa. Pepe,<br />
me decía, sube tú, eres más chico. Si bien era el<br />
menor de los hermanos, no me creía tan chico, no<br />
en vano tenía ya 10 años y me la pasaba todo el día<br />
jugando o pensando en la pelota.<br />
Ese verano como todos los veranos estaba en la<br />
casa de mi tía Leo en Puerto Montt. La casa familiar<br />
era grande, con techos muy altos, de madera, con<br />
tejuelas de alerce, muy típica de la zona sur. Ciudad<br />
lluviosa y fría, pero que me encantaba visitar<br />
cada vez que tenía vacaciones, no sé si por la ciudad<br />
misma o por estar con mi tía, a la que amaba y veía<br />
como a mi abuelita.<br />
Ese día, mi tía le contó al tío Jaime y a mi hermano<br />
que en el entretecho del segundo piso se encontraban<br />
varias cajas con cosas antiguas, lo que<br />
generó una gran inquietud en ellos. La oscuridad del<br />
lugar y el acceso pequeño hicieron que pensaran en<br />
mí para subir. El tío Jaime afirmaba una mesa en la<br />
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