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alicate, cortar la malla de alambre y si te vi nunca<br />
más me acuerdo.<br />
Todas las tardes los presos se formaban en el patio.<br />
Eran contados antes de ingresar a sus celdas.<br />
Nosotros éramos en ese tiempo un grupo de muchachos<br />
de 12 a 15 años que buscando aventuras, recorríamos<br />
la abandonada línea del tren. Pasábamos a<br />
visitar a los presos para regalarles nalcas, murtas,<br />
avellanas y también manzanas, peras y ciruelas que<br />
sacábamos de las abundantes arboledas que existían<br />
en ese sector. Alguno de los más grandes, que<br />
fumaba a escondidas de sus padres, regalaba a los<br />
presos cigarros Liberty, Hilton, Cabañas o Monza<br />
que eran las marcas más conocidas en esa época. Se<br />
los dábamos a través de la malla de alambre y con<br />
el permiso de los gendarmes. Durante la semana los<br />
presos, caminando en fila de a dos, salían a hacer<br />
siembras en un campo cercano custodiados por el<br />
suboficial Carrasco, gordo y sonriente, el gendarme<br />
Gallardo, apodado Soldadito de Plomo por su débil<br />
contextura física (era pequeño y delgado), y otros<br />
gendarmes desconocidos entre tanto olvido. Para<br />
los trámites administrativos, los gendarmes viajaban<br />
hasta la ciudad por un camino polvoriento en<br />
una motoneta Vespa.<br />
Al lado de la cárcel había una cancha de fútbol<br />
donde por un tiempo se jugó el campeonato<br />
de la segunda serie del fútbol isleño. Participaban