You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
mujer más bien baja, de pelo castaño; parecía querer<br />
aumentar su estatura con un peinado crecedoramente<br />
alto y con los grandes tacos de corcho de<br />
un par de zapatos que se ataba con unos cordones<br />
en el empeine. No tenían hijos, y vivían en una casita<br />
entrando por un costado del chalé de dos pisos<br />
de los Adriazola, a quienes les arrendaban la casita.<br />
Esa noche Roberto ya no estaría, pues debía volver<br />
a Santiago, y tampoco estaría su tío, porque, como<br />
era viajante, andaba viajando. Estaría la tía sola.<br />
—Te puedes ir a escuchar el partido a la casa de<br />
mis tíos —repitió protectoramente Roberto.<br />
Esa tarde, antes de irse a Santiago, pasó por mi<br />
casa y me dijo que ningún problema, que su tía le<br />
había dicho que bueno, que fuera no más, con toda<br />
confianza, esa noche.<br />
Fui. La señora me hizo pasar al dormitorio matrimonial,<br />
donde tenía la radio, sobre un velador,<br />
cerca de una de las dos camas, que se hallaban un<br />
poco separadas.<br />
—Préndala usted mismo. Porque usted sabrá<br />
dónde quiere sintonizarla. Yo nunca escucho partidos;<br />
no entiendo nada de deportes —dijo, como si<br />
eso fuera motivo para pedir disculpas.<br />
El partido comenzó, como estaba programado,<br />
a las 10 de la noche. Los partidos nunca se atrasan,<br />
empiezan siempre a la hora.<br />
La señora entraba y salía de la pieza.<br />
95