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—¡Pero, qué! —dije sorprendido. El Dinamo de<br />
Kiev, el equipo que había sido eliminado y suprimido<br />
de toda competencia por los nazis debido a que<br />
los socios y jugadores debían ser del partido comunista,<br />
estaban trabajando en la tienda de uno de<br />
mis más grandes camaradas— tú sabes que si los<br />
nazis se enteran...<br />
—Tranquilo, Vladimir, solo están haciendo pan,<br />
aunque por lo malo, preferiría que jugaran al fútbol.<br />
—¿Y viven en tu casa?<br />
—Sí, estaban en la calle, como indigentes. Después<br />
de la jornada siempre juegan en el patio trasero<br />
de la panadería. Si quieres puedes ir a verlos<br />
mañana —me dijo animado.<br />
—Pero por supuesto que iré, y por cierto, no le<br />
contaré a nadie que están allí —dije sigiloso al ver<br />
tropas de las SS en la vereda contraria.<br />
—Así me gusta, siempre prudente, nos vemos<br />
mañana entonces, camarada Pankov —se despidió<br />
Kordik y cada uno a su casa.<br />
Al llegar no puede contarle a mi señora. Además<br />
que las relaciones no habían estado muy buenas ya<br />
que nuestro hijo no daba señales de vida.<br />
Al otro día salí temprano. Fui donde Kordik y al<br />
llegar a su local mis ojos se lagrimearon cuando me<br />
abría la puerta Klimenko, el delantero del Dinamo.<br />
Lo quise abrazar. Era el jugador favorito de mi hijo,<br />
aunque su vestimenta distara mucho de la calidad