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80<br />
verano. Mi madre, mis hermanos y mi padre esperándonos<br />
para tomar desayuno con los milcaos y<br />
galletas caseras que mi tía envío desde Puerto Montt.<br />
Pero para mí lo más importante eran mis nuevas<br />
revistas antiguas. Corrí a mostrárselas a mis amigos,<br />
tan fanáticos de la pelota como yo y por supuesto a<br />
mi padre quien finalmente era el dueño original de<br />
esas revistas, cuando era pequeño y vivía en el sur.<br />
Su alegría fue enorme al ver lo que habíamos<br />
rescatado, trayendo consigo una parte importante<br />
de su infancia. Las miraba y hojeaba con gran dedicación<br />
hasta llegar a una contratapa que mostraba<br />
una formación de Santiago Morning, tal como estilaba<br />
la revista Estadio cada semana.<br />
—Pepe, ven. Mira el arquero que aparece acá,<br />
¿lo reconoces? —me dijo.<br />
No tenía idea quién era ese arquero, me llamó<br />
la atención que se vestía entero de negro y tenía<br />
un peinado engominado. Era grande, maceteado y<br />
moreno, muy moreno.<br />
—¿Quién es, papá? —le dije.<br />
—Es el Negro Irala —me contestó—. Vive acá en<br />
Conti y va siempre al estadio.<br />
Yo no lo podía creer ¿qué hacía este arquero en<br />
Conti?, si era una estrella de los bohemios, una leyenda,<br />
inalcanzable.<br />
Ese sábado me dio vuelta toda la noche lo que mi<br />
papá me había dicho ¿Será posible que este jugador