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el recorrido urbano desde la playa hasta Castro Alto.<br />
De ese pequeño bus bajaba un desfile de payasos,<br />
orangutanes, momias, esqueletos, espantapájaros y<br />
otros seres de la imaginación, vestidos con camiseta<br />
de fútbol, pantalón corto y chuteadores.<br />
Esperando la hora de jugar, primero los payasos,<br />
orangutanes y espantapájaros corrían en círculos,<br />
levantaban los brazos y giraban la cintura, hacían<br />
elongaciones, saltaban en un pie o flexionaban las<br />
rodillas haciendo un improvisado precalentamiento<br />
a un costado de la cancha de tierra con las líneas<br />
del campo de juego marcadas con aserrín. Luego la<br />
momia envuelta en papel higiénico, casi perdiendo<br />
el equilibrio, apurada, tiesa, arrastrando los pies, se<br />
iba a asustar a los niños pequeños que jugaban en<br />
medio de la cancha de tierra y, espantados, corrían<br />
a esconderse entre las rodillas de sus padres, quienes<br />
sentados a orillas del terreno de juego esperaban<br />
el comienzo del partido.<br />
Aquel domingo, cuando el equipo del Hotel Luxor<br />
se enfrentó a los taxistas, dueños y choferes de<br />
autos Mercedes Benz, estos, quienes eran la locomoción<br />
colectiva en los tiempos del puerto libre, no<br />
trajeron arquero así que colgaron del travesaño de<br />
su arco un espantapájaros hecho de harapos y quilineja.<br />
Pero su arquero no espantó a nadie. Perdieron<br />
diez a cero y las carcajadas de ver a un payaso<br />
enredarse en sus enormes zapatos, a un sonámbulo