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Pasan frente a mi He-Man, Peter Pan, Batman<br />
y Robin, una que otra Caperucita Roja y princesas<br />
varias; y ahí estaba el príncipe del cuento, de mi<br />
propio cuento, un estupendo Gladiador en su traje<br />
increíble, con espada y todo.<br />
Esa noche Superman haría de las suyas. No fue<br />
difícil iniciar la conversación y el posterior baile en<br />
una pista atestada de personajes que llenaban de<br />
magia ese momento.<br />
—Qué buen traje, te queda muy bien ¿lo hiciste<br />
tú? —nervioso pregunté a mi Gladiador.<br />
—Gracias, lo arrendé —contesta y me ofrece un<br />
trago—. Eres el único Superman de la noche —me<br />
dice—, qué original.<br />
—Sí —contesto—. No muchos se atreven a usar<br />
mallas y ropa interior encima.<br />
Después de varias horas de tragos, bailes, risas y<br />
muchas fotografías, llega la despedida.<br />
—Diego Lemas —me dice, mientras me señala<br />
su celular—. Dame tu número.<br />
—Por supuesto —le doy mi número encantado—.<br />
Christián Guerra. Adiós.<br />
Salgo de la fiesta junto a los disfraces incompletos<br />
de mis amigas post defensa del planeta. Encantado<br />
del chico que conocí esa noche, totalmente convencidos<br />
que la labor de justicieros ya estaba cumplida.<br />
Después de una semana de conversaciones telefónicas<br />
y chat, Diego y yo acordamos una primera<br />
cita en un ambiente tranquilo.