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de estrella que tenía: zapatos horadados, delantal<br />
blanco y una camisa de color rojo hacían a este panadero,<br />
nuestro mayor ídolo. Lo saludé cordialmente<br />
con un palmoteo en la espalda y entré al patio<br />
donde después de hacer el pan, salían a jugar. Sin<br />
duda no habían perdido su gracia, tocaban el balón<br />
como si estuvieran en su cancha y hacían murallas<br />
muy pulcramente.<br />
—Participarán en un torneo —dijo alguien que<br />
estaba sentado a mi lado— los traidores del Rukr y<br />
los nazis con dos equipos los invitaron.<br />
—Es un suicidio, los matarán al entrar a la cancha.<br />
—Puede ser, pero también quisiera ver cómo destruyen<br />
a los alemanes.<br />
—¿Jugarán como Dinamo?<br />
—No, jugarán como FC Start.<br />
FC Start, equipo que con solo mirar su nombre<br />
es completamente distinto al Dinamo, burgués, británico<br />
y pareciera que sus jugadores fueran personas<br />
de traje y sombrero de copa, perfecto nombre<br />
para la realidad, el comienzo de algo nuevo. Ese día<br />
de junio los vi salir a la cancha con vestimenta hecha<br />
por ellos mismos y los siete goles que le metieron<br />
a los traidores del Rukr los grité como si fuera<br />
el fin de la guerra. Los partidos contra los aliados<br />
de los nazis también fueron de ensueño y el pueblo<br />
se fue feliz a sus casas. La esperanza es lo último<br />
que se pierde y la valentía de esos jugadores hace<br />
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