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lo que hacen los grandes cuando juegan a pasarse<br />
la pelota. Yo descubrí cómo se movían los de atrás<br />
para defender lo suyo. Cuatro jugadores que tienen<br />
que estar de acuerdo hasta en la manera de mirar a<br />
los ojos a los rivales, tuya o déjala, vas o te quedas,<br />
cuándo, cómo y dónde hay que pegar, aunque en el<br />
fútbol la frase correcta es “a quién hay que pegarle”,<br />
si toca empujar al equipo hacia el campo contrario<br />
o si hay que meterse atrás, quién aprieta al árbitro,<br />
qué haces cuando te elude el 9 (bajarlo o, al menos,<br />
dejarlo medio turulato para que lo afeite el que llega<br />
desde atrás) o si te lleva el 11 (ponerle un caballazo<br />
para que se aplaste la cara contra el alambrado o irte<br />
volando hacia el medio para cubrir al compañero<br />
que salió a cubrirte). Así hasta el fin de los tiempos.<br />
Los laterales son como los perritos falderos: se<br />
mueven por todas partes y te hacen caso en todo,<br />
pero en cualquier momento se mandan una cagada.<br />
Los centrales saben que también deben marcarlos a<br />
ellos. El 3 le cubre la espalda al resto y el 5 le cubre<br />
la espalda al 3. Todas las confianzas de un equipo están<br />
resumidas en estos mecanismos que convierten<br />
al fútbol en ese “reino de la lealtad humana ejercida<br />
al aire libre”, la definición de Gramsci que los de<br />
atrás llevamos escrita en la frente.<br />
A los 8 años yo ya creía en Dios, el Chavo del<br />
Ocho, Luke Skywalker y el 5 de Colo Colo. Una<br />
perfecta línea de cuatro, con Dios jugando un<br />
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