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ledo, del alegato de defensa<br />
del interesado, y de los testimonios<br />
de los testigos de<br />
cargo y de descargo, se concluye<br />
que el P. Sigüenza era<br />
un entusiasta defensor de la<br />
Teología positiva, de la revalorización<br />
de la Biblia en el<br />
estudio de los temas dogmáticos,<br />
y del retorno a las<br />
fuentes de los Padres de la<br />
Iglesia, cuya doctrina tan<br />
bien conocía, como demuestra<br />
no pocas veces en sus<br />
obras. En contacto frecuente<br />
con la Palabra de Dios en la<br />
preparación y desarrollo de<br />
su cátedra de Sagrada Escri -<br />
tura y, sobre todo, el trato<br />
con Montano, le habían llevado<br />
al convencimiento de<br />
que no puede haber progreso<br />
dogmático sin una atención<br />
preferente a la fuente primaria de la Revelación. Por ello, más de una<br />
vez, en los primeros meses del año 1592 había minusvalorado públicamente<br />
la Escolástica, tal y como reconoció en el Proceso, donde afirmó que<br />
en muchas de las cuestiones que suelen tratar los escolásticos «se pierde<br />
mucho tiempo», porque aque llos «cada día van buscando otras y descubriendo<br />
mil nuevas opiniones y creciendo sin término las competencias y<br />
las riñas».<br />
Por otra parte, y a pesar de su devoción por San Jerónimo, Fray José de<br />
Sigüenza era contrario a la tesis de algunos teólogos ultramontanos, que<br />
exaltaban exageradamente la impecabilidad del texto bíblico de la<br />
Vulgata, no advirtiendo que la versión de San Jerónimo contiene á veces<br />
algunas inexactitudes. El P. Sigüenza en este punto se alineaba en las filas<br />
de los hebraístas y defendía la conveniencia de utilizar el texto hebreo ori-<br />
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