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Revista nº 22 - Plan alfa

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el oficio cantado en la iglesia, mayormente de noche a los<br />

Maitines, unas vozes muy altas y suaves que juntamente suenan<br />

con los frayles.” (VEGA, fr. Pedro de la: Crónica de los frailes de<br />

la Orden del bienaventurado Sant Hierónimo, (f. 14)<br />

No deja de ser, cuando menos curiosa, la observación que hace fr.<br />

Pedro, de que las voces de los ángeles se manifiestan “mayormente de<br />

noche a los Maitines”, conociendo la dureza de esta hora canónica para los<br />

monjes. El interrumpir el sueño durante dos o tres horas para acudir a la<br />

iglesia, y más aún en las frías noches de invierno, imaginamos que debió<br />

ser una de las más arduas obligaciones para la comunidad monástica.<br />

Son varios los relatos de “milagros” en los que se escuchan voces de<br />

ángeles en monasterios jerónimos (ya me ocupé de ello en otro lugar);<br />

unos proceden del testimonio de unos pocos y otros aparecen incluso avalados<br />

por notarios apostólicos con las correspondientes declaraciones de<br />

testigos (el de 1630 en el monasterio de Lupiana).<br />

Para concluir, trae fr. Pedro de la Vega una sentencia de cierto monje,<br />

por la que manifiesta la enorme importancia que concede al ejercicio del<br />

canto del oficio divino en la Orden de San Jerónimo: “Nunca religioso de<br />

nuestra Orden que no tuviere devoción, y fuere aficionado a estar en el<br />

Oficio Divino, y a seguir el Coro, y a estar encerrado, podrá en la Orden<br />

vivir consolado.” (Ibid., f. 14v)<br />

En todos los textos de Constituciones y Ordinarios de la Orden se dedica<br />

una extensa sección al oficio divino, el cual no debe durar menos de<br />

ocho horas diarias (en días festivos, hasta doce horas). En el Capítulo<br />

General de 1579 y en otros muchos se hace hincapié en que “se diga muy<br />

espaciosamente y con mucha gravedad, pausa y devoción”. Además, los<br />

grandes intelectuales jerónimos, como fr. José de Sigüenza y fr. Martín de<br />

la Vera dedican especial atención a este asunto.<br />

De especial relevancia en la admisión de novicios es la prueba de canto<br />

o voz. Sigüenza dice en la Historia de la Orden de San Jerónimo que los primeros<br />

jerónimos en España procuraban que “supiesen cantar a lo menos<br />

alguna cosa los que recibían el hábito y si no, se lo enseñaban luego” (vol. I,<br />

p. 325). Sobre este asunto profundiza algo más en su “Instrucción de novicios”,<br />

llegando al punto de “levantar la mano”, en la concesión del hábito, a<br />

aquellos que tuvieran buenos conocimientos musicales:<br />

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