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11. Fundación

Una de las características más interesantes de la novela es que se trata de un futuro muy lejano, decenas de miles de años en el futuro pero con condiciones netamente humanas. En este futuro la humanidad se ha extendido por toda la Galaxia adoptando una forma de gobierno imperial llamado el Imperio Galáctico el cual por extensión, tanto en tiempo como en espacio, comienza a corromperse y estancarse en cuanto a nuevos conocimientos científicos asumiendo que todo lo que el hombre puede o debe descubrir ya está hecho.

Una de las características más interesantes de la novela es que se trata de un futuro muy lejano, decenas de miles de años en el futuro pero con condiciones netamente humanas. En este futuro la humanidad se ha extendido por toda la Galaxia adoptando una forma de gobierno imperial llamado el Imperio Galáctico el cual por extensión, tanto en tiempo como en espacio, comienza a corromperse y estancarse en cuanto a nuevos conocimientos científicos asumiendo que todo lo que el hombre puede o debe descubrir ya está hecho.

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— Así es exactamente como me considero, alteza — dijo Hardin, sin<br />

desarrugar el ceño—. Pero estoy decepcionado.<br />

Wienis sonrió despectivamente.<br />

— ¿Es eso todo?<br />

— Sí. Yo había creído que el momento de la coronación, a medianoche, ya<br />

sabe, sería el momento lógico para que zarpara la flota. Evidentemente, usted<br />

quería empezar la guerra mientras aún era regente. Hubiera sido más dramático<br />

del otro modo.<br />

El regente le miró fijamente.<br />

— Por el Espacio, ¿de qué está usted hablando?<br />

— ¿No lo entiende? — dijo Hardin, suavemente—. Yo había dispuesto mi<br />

contraataque para medianoche.<br />

Wienis se levantó de su silla.<br />

— Está fanfarroneando. No hay ningún contraataque. Si confía en el apoyo<br />

de otros reinos, olvídelos. Sus flotas combinadas no pueden vencer a la nuestra.<br />

— Ya lo sé. No pretendo disparar un solo tiro. Es sencillamente que, hace<br />

una semana, se dio la consigna de que a medianoche de hoy el planeta Anacreonte<br />

entraría en interdicto.<br />

— ¿En interdicto?<br />

— Sí. Si no lo comprende, puedo explicarle que todos los sacerdotes de<br />

Anacreonte van a declararse en huelga, a menos que yo dé la contraorden. Pero no<br />

puedo hacerlo mientras esté incomunicado; ¡ni lo haría, aunque no lo estuviera! —<br />

Se inclinó hacia adelante, y añadió, con súbita animación—: ¿Se da cuenta, alteza,<br />

de que un ataque a la <strong>Fundación</strong> no es nada menos que un sacrilegio de la mayor<br />

magnitud?<br />

Wienis luchaba visiblemente por recobrar el control de sí mismo.<br />

— Déjese de cuentos, Hardin. Resérveselos para el pueblo.<br />

— Mi querido Wienis, ¿para quién cree que me reservo? Me imagino que<br />

durante la última media hora todos los templos de Anacreonte han sido el centro de<br />

una gran multitud que escucha a un sacerdote que les habla de este mismo tema.<br />

No hay ni un solo hombre ni una mujer en Anacreonte que no sepa que su gobierno<br />

ha lanzado un infame ataque no provocado contra el centro de su religión. Pero<br />

ahora sólo faltan cuatro minutos para medianoche. Será mejor que vaya a la sala<br />

de baile y observe los acontecimientos. Yo estaré aquí a salvo, con cinco guardias<br />

detrás de la puerta. — Se recostó en su silla, se sirvió otra copa de vino de Locris, y<br />

miró hacia el techo con perfecta indiferencia.<br />

Wienis atronó la atmósfera con un juramento ahogado y salió<br />

apresuradamente de la habitación.<br />

Sobre la elite que llenaba la sala de baile cayó un profundo silencio cuando<br />

se abrió un ancho camino que conducía al trono. Leopold estaba sentado en él, con<br />

los brazos cruzados, la cabeza alta, y el rostro impasible. Los enormes candelabros<br />

habían sido apagados y en la amortiguada luz multicolor de las diminutas bombillas<br />

de Átomo que adornaban como lentejuelas el techo abovedado, la aureola real se<br />

destacaba brillantemente, elevándose sobre su cabeza para formar una corona<br />

llameante.<br />

Wienis se detuvo en las escaleras. Nadie le vio; todos los ojos estaban fijos<br />

en el trono. Apretó los puños y permaneció donde se encontraba; Hardin no le<br />

obligaría a hacer tonterías por medio de fanfarronadas.<br />

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