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11. Fundación

Una de las características más interesantes de la novela es que se trata de un futuro muy lejano, decenas de miles de años en el futuro pero con condiciones netamente humanas. En este futuro la humanidad se ha extendido por toda la Galaxia adoptando una forma de gobierno imperial llamado el Imperio Galáctico el cual por extensión, tanto en tiempo como en espacio, comienza a corromperse y estancarse en cuanto a nuevos conocimientos científicos asumiendo que todo lo que el hombre puede o debe descubrir ya está hecho.

Una de las características más interesantes de la novela es que se trata de un futuro muy lejano, decenas de miles de años en el futuro pero con condiciones netamente humanas. En este futuro la humanidad se ha extendido por toda la Galaxia adoptando una forma de gobierno imperial llamado el Imperio Galáctico el cual por extensión, tanto en tiempo como en espacio, comienza a corromperse y estancarse en cuanto a nuevos conocimientos científicos asumiendo que todo lo que el hombre puede o debe descubrir ya está hecho.

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Levantó los brazos con solemnidad, y, ante un millar de televisores en toda<br />

la nave, los soldados se acobardaron cuando la augusta imagen de su sacerdote<br />

jefe dijo:<br />

— En nombre del Espíritu Galáctico, de su profeta, Hari Seldon, y de sus<br />

intérpretes, los sagrados hombres de la <strong>Fundación</strong>, maldigo esta nave. Que los<br />

televisores de esta nave, que son sus ojos, queden ciegos. Que las garras, que son<br />

sus brazos, se paralicen. Que los cohetes atómicos, que son sus puños, pierdan su<br />

fuerza.<br />

Que los motores, que son su corazón, dejen de latir. Que las<br />

comunicaciones, que son su voz, enmudezcan. Que su ventilación, que es su<br />

aliento, cese. Que sus luces, que son su alma, se desvanezcan. En nombre del<br />

Espíritu Galáctico, así maldigo a esta nave.<br />

Y con su última palabra, al dar la medianoche, una mano, a años luz de<br />

distancia en el templo Argólida, abrió un relevador de ultraondas que, a la<br />

velocidad instantánea de las ultraondas, abrió otro en el buque insignia Wienis.<br />

¡Y la nave murió !<br />

Pues la principal característica de la religión de la ciencia es que actúa, y que<br />

las maldiciones como las de Aporat son mortalmente reales.<br />

Aporat vio la oscuridad adueñarse de la nave y oyó el súbito cese del suave<br />

y distante runruneo de los motores hiperatómicos. Se regocijó y extrajo del bolsillo<br />

de su larga túnica una bombilla Átomo que llenó la estancia de una luz nacarada.<br />

Contempló a los dos soldados que, aunque indudablemente eran hombres<br />

valientes, se retorcían de rodillas en último extremo de un terror mortal.<br />

— Salve nuestras almas, reverencia. Somos pobres hombres, ignorantes de<br />

los crímenes de nuestros dirigentes — lloriqueó uno de ellos.<br />

— Seguidme — dijo Aporat, severamente—. Vuestra alma no está perdida.<br />

La nave era un torbellino de oscuridad en la que el temor era tan grande y<br />

palpable que olía a miasmas. Los soldados se apiñaban alrededor de Aporat y su<br />

círculo de luz, luchando por tocar el borde de su túnica, implorando la más<br />

insignificante migaja de misericordia.<br />

Y su respuesta era siempre la misma:<br />

— ¡Seguidme!<br />

Encontró al príncipe Lefkin abriéndose paso por la sala de oficiales, lanzando<br />

juramentos en voz alta por la falta luz. El almirante contempló al sacerdote jefe con<br />

ojos de odio.<br />

— ¡Aquí está usted! — Lefkin había heredado los ojos azules de su madre,<br />

pero la nariz aguileña y el ojo bizco le señalaban como el hijo de Wienis—. ¿Qué<br />

significan sus traidoras acciones? Devuelva la energía a la nave. Yo soy<br />

comandante aquí.<br />

— Ya no — dijo Aporat, sombríamente.<br />

Lefkin miró a su alrededor, desesperado. Ordenó :<br />

— Detengan a este hombre. Arréstenlo, o por el Espacio, enviaré al vacío a<br />

todos los que me están oyendo. — Hizo una pausa y después chilló — : Es vuestro<br />

almirante quien lo ordena. Arréstenlo.<br />

Después, como si hubiera perdido completamente la cabeza:<br />

— ¿Están dejándose tomar el pelo por este charlatán, este arlequín? ¿Os<br />

vais a rebajar ante una religión compuesta de nubes y rayos de luna? Este hombre<br />

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